viernes, 16 de febrero de 2018

Nimiedades


¿A mi me vas a decir que tienes un mal día?

Llevo meses sin dormir,
he pasado semanas curando las heridas de quien amo,
he sentido cómo una puta enfermedad está poniendo a prueba mi fragilidad,
y yo no puedo hacer nada,
sólo puedo quedarme en la distancia a observar como cogen de nuevo el bisturí,
midiendo la sangre en mililitros,
mordiéndome las uñas porque los días no pasan,
igualando los kilos en la báscula a mi tristeza y a mis ganas de sentir otro dolor.

¿Vienes a preguntarme que qué me pasa?
¿Que si estoy comiendo bien?
¿Que vas a ayudarme a ser feliz?
¿Que qué es lo que quiero?

Me pasa que me estoy quedando sin oxígeno y te llevas el que me queda,
que no estoy bien, que estoy jodidamente perfecta, de maravilla;
tengo el ánimo para escribir mi propio obituario
llenarme de flores, plantar amapolas en mi tumba
y desenterrarme putrefacta todos los días.

Me pasa que escucho a diario el llanto de dolor de quienes amo
y no puedo hacer nada para detenerlo,
que no puedo decir que a mi también me mata,
que estoy aguantando los gritos en la garganta,
que ya no puedo vomitar para deshacerme del dolor
así que sólo me infecto de él.

Me pasa que no es justo que no haya nadie a mi alrededor,
que me odio por poner a otros primero,
y ahora que necesito un abrazo
parece que a todos mis amigos les han amputado las extremidades.

Y sí, estoy comiendo bien.
Como la maldita cerda anoréxica que he sido desde hace 11 años.
¿A que me veo mejor ahora, no?
Todos lo han dicho;
supongo que es lo único que estoy haciendo bien.

Y no necesito ayuda para ser feliz,
para ser feliz necesito dejar de sentir,
necesito que se vayan a la mierda
y que dejen de escupirla en mi dirección;
necesito que dejes de joderme la vida
y después fingir que te importa.

Lo que quiero...
lo que cojones quiero
es que me mires a los ojos sin voltear hacia otro lado
y afrontes las mentiras con las que has satisfecho mi hambre,
ya no las quiero,
quiero la verdad,
aunque me mate,
aunque después la quiera olvidar.

...

Ahora estoy siendo "feliz" en un punto del mundo al que no lograste escalar,
porque yo vencí tu vértigo
y tú creíste que era miedo a las alturas;
porque me habría lanzado desde ahí
para demostrarles al resto que yo era todo el valor que mostrabas,
pero que nunca lograste poseer,
ni poseerme;
porque soy dolorosamente mía
tan grande que no pudiste contenerme en el pecho.
Y cuando me fui no tuviste los cojones de mirarme
y encontrarte con los ojos que nunca pudiste sacar
pero seguiste escondiéndote en mi sombra,
cual parásito.

Ahora estoy mostrando los dientes con los labios que nadie pudo partir
porque para hacer daño yo les gano a todos.
Soy la parte más pequeña de una granada de mano,
no me lances, que te exploto en la cara
y yo sí la tengo para verte de frente
porque nunca he ocultado mis declaraciones.
Y tú, que no puedes entender
que es sólo en la guerra cuando podemos convertirnos en nuestra mejor versión.

Estoy gritando con el orgullo que no posees
porque no puedes hablar de verdad sin tragar un montón de mierda,
sin cruzar los dedos hasta quebrártelos,
sin cubrirte los oídos ante las palabras que alguien más dijo por ti.
No eres el puto amo,
de absolutamente nada,
eres sólo un niño asustado jugando a ser mayor.
Y yo,
que te he sostenido en brazos,
con la ternura de una madre moribunda,
nunca te los voy a querer cortar,
pero no te defenderé esta vez de los mismo que una vez me mutilaron los dedos
cuando metí la mano al fuego por ti para después descubrir que tú lo encendiste.