jueves, 12 de marzo de 2015

Fue un Viernes y yo sigo ahí.

Me estaba ahogando, no podía respira. Me estaba ahogando con el océano que luchaba por no derramarse en mis ojos.
Sentí mis pulmones colapsar y el agua invadir mis pensamientos. Te vi a través de una cortina de palabras que se contenían en mi garganta y que poco a poco empezaban a quemar; te vi, y tu me viste morir pero te quedaste callado.
He escuchado hablar de vacío, lo he sentido... pero fue todo lo contrario, porque estaba tan llena que sentía que me hundiría.
Nunca le he tenido miedo a la inmensidad del mar, pero cuando saboreé mis lagrimas, que se escondían de todas las miradas criticas, tuve miedo de convertirme en otra parte del mar y perderme en la corriente.
Jamas me he odiado tanto en mi vida (o tal vez sí). ¿Cómo puedo dejarme morir cada vez que me observan? ¿Cómo les puedo permitir ahogarme? ¿Cómo puedo sonreír cuando me disparan y decir que no me ha dolido?
Aun siento que me ahogo.
Vivo ahogada.
No respiro.
No recuerdo lo que se siente respirar aire que no este contaminado con tanta decepción y abandono. El agua a mi alrededor se ha convertido en ácido que quema mi piel.
¿Has escuchado sobre los corazones rotos? Pues solía burlarme de la cantidad de canciones y frases cliché. Y cuando trate de tomar aire sentí que miles de fragmentos de cristal roto se incrustaban en mis pulmones; y quise reírme de todas esas canciones, pero no pude ni siquiera pedir auxilio.
"Estoy perfectamente bien" me dije antes de darme la vuelta para que no vieras como todo se derrumbaba, para que no vieras como me tiraba al suelo a juntar los pedazos y rogar por que estos aún encajaran.
Sonreí. Sonreí porque he perdido tanto la cordura que sólo se sonreír cuando me desangro. Sólo sé sonreír como recurso de auxilio.
Me tiemblan las piernas, los ojos me escuecen, mi garganta se cierra, no puedo respirar... mi pecho duele, hay un nudo en mi estómago, me ahogo... no siento la punta de los dedos, tengo frío, no respiro...
Debería gritar. "¡Grita!" dice una voz temblorosa en mi interior, una niña que aún quiere vivir. "¡Grita!"
Estoy bien.
Está bien.
No duele.
No siento nada.
No siento... "¡Nada!" digo con la mirada borrosa cuando me preguntan qué ha pasado. "Nada", segunda vez, ahora para aclarar. "Nada", tercera vez, esta para mi. "Nada", cuarta vez, esta para ti. "Nada", quinta vez, cierro los ojos deseando que así sea.
Son las tres de la mañana y es obvio que no es "Nada". Son las tres de la mañana y me estoy ahogando. Son las tres de la mañana y tengo miedo. Son las tres de la mañana y hace demasiado frío. Son las tres de la mañana y podría ser cualquier hora, y cualquier otro día, y yo podría ser cualquier otra persona; pero no es así. Son las tres de la mañana, pero yo aún estoy ahí: frente a ti, ahogándome, muriendo lenta y dolorosamente; y todos están sonriendo mientras disparan y yo me desangro y sonrío al escuchar la bala rebotar en el suelo después de atravesarme.

viernes, 13 de febrero de 2015

Estás enamorado

De repente te das cuenta de que las mañanas ya no te pesan, de que el frió ya no importa. Por casualidad sus ojos se cruzan con los tuyos y desvías la mirada porque temes perderte en las galaxias de sus ojos. Y tienes miedo porque te preguntas si esta vez será como la anterior; y quieres correr; y quieres esconderte. Te muerdes la lengua para no decir todo lo que quieres decirle y te amarras las alas al suelo para no salir volando cada vez que te mira.
Estás enamorado, pero eso ya lo sabias. Ya sabias que no lo podías evitar y has perdido la razón, ¿pero quién la necesita cuándo todas las constelaciones te dicen "buenos días" antes del amanecer? No quieres cerrar los ojos y quieres que todos los días sean el penúltimo día de la semana para así poder ver más amaneceres como éste.
Piensas que deberías alejarte del huracán, pero sabes que no llegarías suficientemente lejos. Y empiezas a odiar todos los fenómenos meteorológicos que provocan sus palabras, pero de alguna manera sabes que los elegirías una y otra vez sin importar que mueras en medio del desastre.
Se desatan terremotos y el oxígeno parece escapar de ti. No puedes encontrar las palabras apropiadas y cada vez que caes en su gravedad tienes la sensación de que deberías tocar el sol con las manos desnudas.
Y, ¿qué sabrán los demás del universo si no han envidiado a las estrellas que cubren su piel, si no han sufrido quemaduras de tercer grado por aproximarse a una supernova, si no han odiado hasta vomitar todos esos años luz que se interponen? Estás enamorado y, aunque desearías que no fuera así, amas que se sienta así.