lunes, 22 de agosto de 2016
¿Has escuchado de los erizos? Pues así también conmigo.
Vivir en la cuerda floja, jugar a hacer equilibrio con la vida hecha pedazos y una mitad del corazón en cada mano, colgarse de la cuerda creyéndose tiburón.
Tengo frío, pero no te he pedido que te acerques ni tampoco yo lo he hecho, porque eso va contra todos mis finales (sí, finales, porque todos los principios los he quemado).
La risa más fuerte que he soltado fue aquella que se escapó justo antes de romper a llorar, y no he llorado de aquel modo frente a nadie más que no seas tú.
Es tan jodido que todo lo que de verdad me importa termine sangrando al abrazarme. No te acerques demasiado, a ti no te quiero romper.
Me he quedado muda de tanto hablar sin decir nada y me he desnudado de tanto escribir soltándolo todo. Yo no sé dónde se guardan los secretos pero tampoco de cómo se dicen. Pero también soy consiente de que las palabras que no he dicho le pudieron haber salvado la vida a alguien y que hay palabras que debí callar para conservar completo alguno que otro corazón.
Hoy me vendría bien no sentir nada (por ti) y aun así no puedo negar lo bonito que se siente sentir de todo. Tranquilo, no me has roto el corazón; el desorden ya estaba antes de que tú llegaras, mi pecho es un campo minado de margaritas que han decidido que todas sus respuestas serán "no".
Ojalá que aparezca alguien que me quiera mucho para ser capaz de no quererle nada. No lo tomes a mal, yo también tengo la ilusión de hacer todo el daño que me han hecho. (¿Eso en qué me convierte?)
Han llenado mi corazón de energía nuclear y se atreven a venir a hablarme de lo de Chernobyl mientras a ti te dejo llorar sal en mis heridas. Me he convertido en una bomba de tiempo que te va a explotar en la cara pero yo aún no encuentro una mejor forma de matar al tiempo que no sea contigo.
Te lo diré de otra manera, cuando me tocas duelo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario