Nosotros siempre hicimos lo mismo,
una y otra vez,
otra y más veces,
siempre la última.
De cualquier forma,
en cada una nos quedamos con las ganas
...de más...
y es que...
teníamos esa enfermiza costumbre de meternos a la boca
mucho más de lo que podíamos tragar.
Nos quisimos como dos animales
que sabían iban a ser devorados en cualquier momento
por un cazador más grande,
pero puedo jurar que todo el mundo parecía una granja de hormigas...
si tú me veías.
Es algo egocéntrico decir que nadie te querrá como yo.
Te querrán mejor,
con más fuerza,
con menos miedo,
te querrán a tiempo y bien.
Ojalá te quieran más que yo...
y que te lo digan muchas veces y no sólo te lo escriban,
que te lo digan de frente y mirándote a los ojos sin miedo a salir corriendo,
que te cojan de la mano y jamás te dejen ir.
La próxima persona que te quiera...
tendrá menos lágrimas en los ojos,
tendrá menos dudas sobre la vida,
tendrá la misma cara de imbécil al verte
pero si no la tiene sigue de largo.
Aún te quiero...
tanto que no sé si montar un drama y mandarte a la mierda,
después irte a buscar y pedirte perdón,
arrastrarme de rodillas hasta sangrar y decirte que me he vuelto loca
culpar al trabajo,
a la universidad,
a mi dolor de muelas,
al perro de mi vecina que fue un idiota al cruzar la calle,
al último imbécil que ha querido pasarse de listo conmigo,
a los semáforos que se ponen en rojo cuando llevo prisa...
pero... jamás te digo la verdad.
Te propongo algo:
vamos a olvidarnos de todo,
vamos a fingir que no nos queremos,
vamos a negarlo todo,
a odiarnos,
gritarnos,
echarnos promesas rotas en cara
cortarnos con la lengua que una vez compartimos.
Vamos a tomar un café
y despedirnos como en una estación antigua.
Vamos a echarnos de menos,
y ser muy felices hasta que lleguemos a casa,
y justo cuando nuestros pies toquen la cama
nos entren ganas de gritar
y que nuestra garganta se cierre violentamente,
que nunca más podamos pronunciar nuestro nombre en voz alta.
No soy mentirosa,
soy cobarde.
No quería creer en el amor,
pero creía en ti.
sábado, 25 de febrero de 2017
martes, 14 de febrero de 2017
Asimetría emocional.
Estarás frente a mi y yo seré incapaz de mirarte porque estaré bastante cansada para hacerlo y tú lo tomarás como que no quiero verte nunca más y tendrás razón. Tendrás razón porque no puedo volver a pisar chinchetas con los pies descalzos y después escribirte que me la he pasado de maravilla.
Quizás te diré con cierto nerviosismo y toda la honestidad que me permite la tristeza que yo nunca me he enamorado, pero tú no podrás creértelo porque has preferido escuchar la historia de cómo me saqué el corazón y lo dejé en la cama elástica de un balcón desértico, escucharás que le he puesto iniciales a alguna canción, que dediqué un diario entero a alguna persona, que lloré con todos mis amigos una despedida mediocre; pero nadie cuenta que a ese corazón le dio hipotermia y casi muere pisoteado por un vitoreo en medio de una declaración de amor no correspondido.
Ahora podré mirarte a los ojos: "Yo jamás me he enamorado". La verdad es que soy muy mala mintiendo, mucho más cuando quiero hacerlo, pero aprendí a leerte lo suficiente para saber que rogarás que yo lo estuviese haciendo.
Extrañaré llorar a carcajadas hasta provocarte asco, hasta que tú empezaras a llorar de frustración por no saber cómo callarme sin meterme dos dedos a la boca para hacerme vomitar lo que me pasaba porque sabías que preferiría arrancarme la lengua sin anestesia a ser honesta con mis sentimientos.
"Me provoca arcadas estar sola, pero tampoco sé estar con alguien más". Miraré hacia el suelo, aún no sé cómo decir que te extraño sin insultarme. "Soy imbécil, me hubiese gustado decírtelo".
Habré destrozado todas mis barreras y tendré el orgullo en la garganta. Querré decirte que eres lo mejor de todo lo malo que me ha pasado, que por ti continuaría yendo a terapia con el primer psicoanalista que entienda de que van los trucos de magia, que me importaría muy poco el daño que me hicieron y olvidaría el que me hice por un 'Quédate, aún no me olvido de todo'.
Esta será la parte en la que rompo a llorar y te exijo como una niña mimada que hagas un ultimo acto de desaparición y que a mi me partas en dos justo cuando se cierre el telón, que todos aplaudan frenéticos el día en el que saques tu corazón de mi caja torácica dejándome un hueco donde guardar los dientes de leche de un futuro que apenas aprendía a gatear cuando retrocedió a zancadillas, pero me quedo en el mismo lugar en el que he construido mi fortaleza de paja y con las inmensas ganas y el miedo de que alguien se atreva a incendiarla.
Y entonces el frío me hará hablar: "Mentía". Y tú no entenderás de lo que hablo porque siempre que digo la verdad hablo entre dientes porque nunca nadie me enseño a decir lo que debe ser dicho a su tiempo. "El problema es que ya no quiero seguir mudando de piel, que estoy harta de hacer un hueco en mi rutina para autolesionarme, que ya no quiero provocarme paros cardíacos para esconder lo que siento, que quiero volver a subir árboles sin miedo a rasparme las rodillas, que me entran ganas de llenarme la boca de caramelos y de aprender a andar en bici y dejar de fantasear con morirme ahogada".
En este punto ya estaré gritando como una histérica y tú no tendrás idea de lo que te estoy diciendo y seguirá haciendo frío y la gente pasará mirándome dos veces y qué sabrán ellos sobre tragarse una guillotina si no han tenido que observar su propia muerte mientras se sostienen en brazos, mientras consuelan a su madre escondiendo las muñecas mutiladas y se obligan a vomitar 47 pastillas.
Ya no me dan miedo los finales desde que las piedras empezaron a pisarme los pies y no al revés, ahora los espero con ansias en el borde del sofá donde esperaba la llamada de alguien que sabía jamás iba a volver.
"Sigo siendo la niña que se escondía los chicles en el cabello y tú sigues sin entender de qué va querer una margarita sin deshojarla."
No puedes entender nada de lo que digo, te mueres por darme la razón pero yo renuncié a ella en la sala de espera en un hospital cualquiera donde tuve que sostener mis hombros y fingir que era un terremoto y no mi niñez derrumbándose sobre mi espalda. No puedes sostenerme la mirada, no puedes conservar lo que has soltado una y otra vez, no puedes verme llorar sin sentir el pinchazo de 100 alacranes en el vientre... y yo que puedo, porque tengo las manos limpias de lavarme la cara en ácido, me limito a convertirme en muñeca rusa. "¿Qué clase de mierda somos si hacemos el mismo daño que nos hicieron? Yo aún tengo los nudillos más bonitos de esta ciudad, pero son tuyos".
lunes, 6 de febrero de 2017
A veces, sólo miedo.
Haz lo que quieras con esto, pero que te salga de las entrañas.
Llevo 19 días comiéndome la pared, si se me van los dientes en ello no podré al final decirte nada, pero eso no sería una novedad. Conservo mi derecho a no saber si decirte que... igual no lo entenderías.
Resulta tan irónico que me digas a la cara que me quieres mientras haces malabares con mis ganas de ser transparente y le quitas todos los pétalos a mis margaritas sin siquiera considerar que te podrían llegar a querer.
Miento cuando digo que me hace falta espacio. No quiero que te vayas y tampoco quiero quedarme. Me he prometido a mi misma salir de la jaula cuando yo quiera, no cuando alguien más me quiera.
A veces la vida sólo se trata de encontrar algo que te acojone y que aún así te mueras por hacer y jamás terminar. No te provoco el miedo suficiente. Te juro que si no fueras quien eres, si no hubieran tantas personas entre tú y yo en esta cuerda floja, dejaría de ser valiente por miedo y me decidiría a ser vulnerable para evitar romperme. No trates de leer entre líneas, muy dentro de ti sabes exactamente lo que te quiero decir y no me atrevo; después de todo eres la única persona que me ha visto desnuda entre una multitud de personas sin rostros.
Miento cuando digo que lo entiendo. No entiendo nada. Nunca he sido de las personas que se ponen en los zapatos ajenos, pero cuando lo hago es porque me cansé de caminar tantos kilómetros en los míos. No lo entiendo. No entiendo por qué no estás aquí, por qué no te pedí que te quedaras sabiendo que yo no sería capaz de irme. No entiendo ni una sola de tus palabras entre tanto bullicio de sentimientos y tampoco quiero verte a los ojos por miedo a que me digas la verdad y que a mi se me escape decirte que me he odiado todas las veces en las que busco con desesperación esquizofrénica razones para no creerte.
Se me rompió entre las manos el "no le quiero tanto" y se incrustaron pedacitos de vergüenza en mis mejillas que hago que relaman los pesados del bar de siempre. De modo que es verdad, no te quiero tanto como para serte infiel con cualquiera que finja quererme un poco más que tú y mucho menos de lo que merezco. A el próximo imbécil que entienda que soy igual a todas las otras chicas que ha conocido le dejaré tocar mi cabello sin intentar arrancarle la mano después.
No quiero volver a romperme los dientes abriendo una botella de vino que compraste para otra, pero lo volvería a hacer sin rechistar si me lo pidieses. Soy la idiota que te cerró la puerta en la cara dejando en el marco su corazón, la idiota que se colgó del nudo en la garganta después de tragarse las cosas que nunca te pudo decir. Besa a cualquiera que te quiera mucho menos que yo, pero mejor. Jamás te podré amar como tú esperas, en mis manos aún hay incendios de nieve, pero entiende: volaría en mil pedazos todos los puentes de los que quise saltar y besaría tus manos en cada rincón de la ciudad donde alguna vez sentiste frío.
Arranqué todos tus caricias de raíz y no tengo tantos dedos para meter en las heridas. No creo que algún día lo entiendas. Hay arañas recorriendo tu espalda cuando me tocas y un millón de avispas que viven en tus ojos hicieron su nido en mis labios.
No entiendo como es que yo, siendo de gominolas y huesos de castillos de arena, puedo hacer que vuelvas un poco la vista hacia a mi, lo suficiente para que te entren estrellas en los ojos y comprendas que no debes volver a mirar. Me aprendiste tan desde dentro que cuando me aleje un poco encontraste una perfecta extraña mirándote con ojos de niña a quien le han prometido llevarle a bailar con las hadas... y tú me convenciste de que eran sólo mis ansiolíticos y no polvo de hadas el que me hacia volar.
No te confundas, a él también le quiero. Pero sigues siendo el único con el que quiero reír desde el estómago y no sentir que debo cubrirme los dientes.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)