martes, 14 de febrero de 2017

Asimetría emocional.


Estarás frente a mi y yo seré incapaz de mirarte porque estaré bastante cansada para hacerlo y tú lo tomarás como que no quiero verte nunca más y tendrás razón. Tendrás razón porque no puedo volver a pisar chinchetas con los pies descalzos y después escribirte que me la he pasado de maravilla.

Quizás te diré con cierto nerviosismo y toda la honestidad que me permite la tristeza que yo nunca me he enamorado, pero tú no podrás creértelo porque has preferido escuchar la historia de cómo me saqué el corazón y lo dejé en la cama elástica de un balcón desértico, escucharás que le he puesto iniciales a alguna canción, que dediqué un diario entero a alguna persona, que lloré con todos mis amigos una despedida mediocre; pero nadie cuenta que a ese corazón le dio hipotermia y casi muere pisoteado por un vitoreo en medio de una declaración de amor no correspondido.

Ahora podré mirarte a los ojos: "Yo jamás me he enamorado". La verdad es que soy muy mala mintiendo, mucho más cuando quiero hacerlo, pero aprendí a leerte lo suficiente para saber que rogarás que yo lo estuviese haciendo.

Extrañaré llorar a carcajadas hasta provocarte asco, hasta que tú empezaras a llorar de frustración por no saber cómo callarme sin meterme dos dedos a la boca para hacerme vomitar lo que me pasaba porque sabías que preferiría arrancarme la lengua sin anestesia a ser honesta con mis sentimientos.

"Me provoca arcadas estar sola, pero tampoco sé estar con alguien más". Miraré hacia el suelo, aún no sé cómo decir que te extraño sin insultarme. "Soy imbécil, me hubiese gustado decírtelo".

Habré destrozado todas mis barreras y tendré el orgullo en la garganta. Querré decirte que eres lo mejor de todo lo malo que me ha pasado, que por ti continuaría yendo a terapia con el primer psicoanalista que entienda de que van los trucos de magia, que me importaría muy poco el daño que me hicieron y olvidaría el que me hice por un 'Quédate, aún no me olvido de todo'.

Esta será la parte en la que rompo a llorar y te exijo como una niña mimada que hagas un ultimo acto de desaparición y que a mi me partas en dos justo cuando se cierre el telón, que todos aplaudan frenéticos el día en el que saques tu corazón de mi caja torácica dejándome un hueco donde guardar los dientes de leche de un futuro que apenas aprendía a gatear cuando retrocedió a zancadillas, pero me quedo en el mismo lugar en el que he construido mi fortaleza de paja y con las inmensas ganas y el miedo de que alguien se atreva a incendiarla.

Y entonces el frío me hará hablar: "Mentía". Y tú no entenderás de lo que hablo porque siempre que digo la verdad hablo entre dientes porque nunca nadie me enseño a decir lo que debe ser dicho a su tiempo. "El problema es que ya no quiero seguir mudando de piel, que estoy harta de hacer un hueco en mi rutina para autolesionarme, que ya no quiero provocarme paros cardíacos para esconder lo que siento, que quiero volver a subir árboles sin miedo a rasparme las rodillas, que me entran ganas de llenarme la boca de caramelos y de aprender a andar en bici y dejar de fantasear con morirme ahogada".

En este punto ya estaré gritando como una histérica y tú no tendrás idea de lo que te estoy diciendo y seguirá haciendo frío y la gente pasará mirándome dos veces y qué sabrán ellos sobre tragarse una guillotina si no han tenido que observar su propia muerte mientras se sostienen en brazos, mientras consuelan a su madre escondiendo las muñecas mutiladas y se obligan a vomitar 47 pastillas.

Ya no me dan miedo los finales desde que las piedras empezaron a pisarme los pies y no al revés, ahora los espero con ansias en el borde del sofá donde esperaba la llamada de alguien que sabía jamás iba a volver.

"Sigo siendo la niña que se escondía los chicles en el cabello y tú sigues sin entender de qué va querer una margarita sin deshojarla."

No puedes entender nada de lo que digo, te mueres por darme la razón pero yo renuncié a ella en la sala de espera en un hospital cualquiera donde tuve que sostener mis hombros y fingir que era un terremoto y no mi niñez derrumbándose sobre mi espalda. No puedes sostenerme la mirada, no puedes conservar lo que has soltado una y otra vez, no puedes verme llorar sin sentir el pinchazo de 100 alacranes en el vientre... y yo que puedo, porque tengo las manos limpias de lavarme la cara en ácido, me limito a convertirme en muñeca rusa. "¿Qué clase de mierda somos si hacemos el mismo daño que nos hicieron? Yo aún tengo los nudillos más bonitos de esta ciudad, pero son tuyos".

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