No me preguntes qué pienso de ti
porque no me atrevo a mirarte a la cara,
no puedo sostenerte la mirada.
Haz cambiado tanto
que me es imposible dirigirte la palabra
y no sabes lo que esto duele.
Nada salió como esperábamos,
no sé si eres tú quien me dejaste atrás
o soy yo la que terminó huyendo.
Tú y yo nunca fuimos compatibles.
Entre tú y yo siempre hubo un abismo de mentiras,
las que tú me contabas para dormir
y las que yo te inventaba para despertar.
Tú y yo nunca como constelación.
Tú y yo somos como dos asteroides
destinados a colisionar,
pero separados.
Nunca tú y yo,
pero por alguna razón…
siempre.
Tú y yo somos dos fenómenos de la gravedad.
Llevas una tristeza tan grande
que te la tienes que tragar
con agua de limón con 10 kilos de azúcar
para no saborear el ácido que te devora.
Ahora tengo quemaduras
que prueban la existencia de ese ácido,
jamás me lo vas a perdonar
y yo tampoco te voy a perdonar la sangre,
porque ojalá poder describir el dolor de las heridas
cuando las sabanas se pegan a tu piel,
que
vergüenza despertar entre navajas y antiácidos.
Tantos te llamaron rompecorazones
que se les olvidó preguntar qué tan roto estaba el tuyo,
yo sí me di cuenta,
pero no dije nada.
Tienes el corazón tan roto
que cuando traté de abrazarte en aquel aeropuerto
me atravesaste la garganta
y desde entonces este dolor no me deja hablar.
¿Cuántas veces has querido hablar y nadie te ha escuchado?
¿Cuántas veces rogaste morir
y los demás solo te dieron una palmada en la espalda
que con lo cansada que
ibas te tiró al suelo?
¿Por qué estamos aquí ahora
si prometimos jamás volver
a la cueva de los monstruos?
¿Por qué todo lo que estaba enterrado
regresa para arrancarnos la piel?
¿Acaso alguien podrá entender lo que no me atrevo a
escribir?
Hace tanto que quería escribirte,
pero no podía hacerlo.
Ojalá pudiera escribirte otro final,
uno feliz,
uno en el que la protagonista se sienta en medio de un río congelado
a escuchar por fin su propio latido
y sabe que todo estará bien.
Pero este no es el final que yo quería,
supongo que la vida tiene esa forma extraña de engañarnos,
este dolor no lo tenía planeado.
Estoy desapareciendo
y ya no nos reconozco.
Quiero pedir ayuda
pero no puedo señalar donde me duele,
quizás es que hemos convertido este cuerpo
en una zona de guerra.
Lo único que tengo es a ti y te odio.
Te merecías algo mejor,
merecías salvarte.
Merecías ser la chica que sobrevive
al final de la película,
la que mata al asesino.
Te he fallado.
Nos he fallado.
¿Alguna vez me lo podrás perdonar?
¿Nos queda aún tiempo para hacerlo?
Pienso demasiado en cosas que terminan,
en la mortalidad de nuestro cuerpo.
Reímos demasiado para estar tan tristes
o quizás por eso reímos
porque no queremos afrontar la tristeza.
Ojalá hubieses vivido…
ojalá alguien se hubiese enamorado de ti
lo suficiente para querer quedarse,
ojalá alguien te hubiese amado
lo suficiente para no dejarte sola por las noches,
para preguntarte cómo estás
e intuir que esa sonrisa lleva años sin significar algo.
Ojalá en otra vida seas feliz
y te amen tanto
y te lo demuestren
que no te quede ni un solo hueco
para albergar la oscuridad,
ojalá que en esa vida no existan los monstruos
y tu
cuerpo solo sea tuyo.
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