Nos encontramos de una manera casi perfecta. Yo con tantas ganas de destrozarme la vida, tú con tantas ganas de admirar la destrucción y de encontrar una guerra sobre la cual escribir.
Me llamaste "estereotipo de musa psicótica" y yo no pude evitar soltar una carcajada que hizo que me doliesen las costillas como si las hubieran molido a palos. Accedí a ser tu experimento artístico con la condición de que no me dijeras tu nombre y de que me dejaras escribir sobre ti.
Me dijiste que nunca imaginaste que tu guerra tuviera por boca un huracán de menta o una voz tan bonita que desgarraría cualquier cielo nublado. Y yo no podía parar de pensar que eras una mentira tan hermosa que algún día te convertiría en un cuento para dormir.
Unos tragos más y estabas en el borde de tu asiento cantándome canciones de los grupos de mierda que a nadie parecen gustarle, pero a nosotros nos gustan. Tú dijiste que preferías que a Manos de Topo le rompieran la boca a patadas porque no querías volver a escuchar sus canciones si yo no te las cantaba, y me sonrojé, pero no te dije nada.
Y hablamos por horas sobre lo difícil que es admitir que no tenemos ni la más mínima idea de lo que queremos hacer y mucho menos de lo que queremos ser, pero que hay demasiados puentes de los cuales tirarse o en los cuales jurarse amor y que eso siempre equilibrará la vida. Hablamos sobre lo jodido que es estar enamorado y tener que vivir con un rompecabezas por corazón, sobre la soledad o el desamor, y que a veces resultan demasiado similares que no las puedes diferenciar.
Hablamos sobre lo dolorosamente perfecta que es Irene, sobre la hermosa chica cerca de la barra que esperaba a que el chico que le servia el trago le pidiera su numero. Y justo en el momento en que ella se rindió, tú te jugaste la vida al asegurar que mi cuello era de algodón de azúcar...
Y yo te dejé ganar porque se te veía con tanta ilusión en los ojos al hacer una lista de cosas que creías eran verdad sobre mi.
Tengo que irme, tienes unos ojos preciosos en los cuales es fácil encontrarse y yo aún no estoy lista para dejar de perderme.
Me quedo con la lista, es lo más parecido a una carta de amor que me han hecho.
P.D.: Tienes razón, tengo demasiadas pecas en la espalda; y sí, mi color favorito es el púrpura.
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