sábado, 23 de abril de 2016

Una despedida también es un "Te quiero" al espejo.

Te he visto llorar y ninguna de esas lagrimas eran para mi
pero las he limpiado todas con el cuidado de una madre
con la ternura del primer amor que sabe que no será el único,

He puesto mis manos cuando te caes de rodillas
sin importarme un segundo que se rompieran mis dedos
y que tú no los fueras a curar.

Te he curado heridas que te han causado otros,
he recibido los golpes y los escupitajos
destinados a aquellos que rompieron tu corazón.

Has caído y te he llevado en mi espalda,
sintiendo como tus costillas se encajan en mi carne
como mis huesos se deshacen tratando de cargar tu tristeza.

Te he escuchado cuando gritas tan fuerte que me revientas los oídos,
he hablado por ti cuando te han callado a patadas
me he quedado callada mientras me escupes insultos hasta dormir.

He sido el suelo que besa tus pasos y aguanta tus disparos
he sido la nube que te cubre del sol en las mejillas,
he dejado de ser yo para ser tuya, lo que quieras, lo que pidas.

Yo que me he tirado primero cuando te has dado por vencida 
para que no pueda caer sobre ti ni una sola gota de barro,
y tú pasas sobre mi con tus tacones mas altos y yo te sonrío.

Venga, golpea mi orgullo una vez más, esta vez con más fuerza. 
Dime que me necesitas cuando no tengas un hombro en el cual llorar.
Y tírame en el cesto de basura, como a un pañuelo deshechable.

Tú siempre has considerado como intimidad una carcajada,
y ahora me doy cuenta que no te conozco los dientes
que todo lo que no me dices es lo que más quiero escuchar.

Si te he arropado, mimado, consolado...
¿por qué aún no soy digna de recibir una sola sonrisa? 
Y ahora que me estoy yendo no merezco ni una lágrima.

domingo, 10 de abril de 2016

Sigo creyendo que haberme encontrado contigo fue lo más parecido a descubrir una galaxia.

Si no te doy una respuesta inteligente es porque mi corazón está latiendo tan fuerte cuando estás cerca que no me ha dejado escuchar tu pregunta. Ojalá tú no lo estés escuchando, ojalá no notes la sonrisa de idiota enamorada que tengo en la cara mientras me hablas. Vuelve a preguntar, nunca me dejes de hablar de las tonterías que a las dos nos gustan... por favor, háblame un poco más de ti.

Me gustaría callarte a besos cuando enumeras tus defectos, decirte a gritos que estás preciosa hasta que sea lo único que puedas escuchar. Tienes una sonrisa que cambia destinos, una nariz por la cuál me jugaría la vida y el orgullo sólo por verla arrugarse una vez más, una frente que me provoca a besarla todas las noches para ahuyentar las pesadillas.

Eres la única persona por la cual renunciaría al resto. Que cuando estás aquí le estoy dando una patada a todos los imposibles. Que tú le quitas todos los colores al arcoiris y pones celosas a todas las flores.

Tiburón, por ti vuelvo a tocar fondo si es ahí donde me esperas, me dejo destrozar si son tus colmillos los que lo hacer.

¿Cómo me vas a creer que en serio creo que te ves guapísima siendo un desastre si ya te lo han dicho muchos antes que yo y tú sigues sin creerles?

Te siento infinita y tú siempre dices ser tan pequeña. Pequeña astronauta, viajo a la luna con lo puesto en este instante si me lo pides, pero mejor déjame descubrir constelaciones en tus lunares.

Vuelve a reír otra vez, aún no me creo que te veas tan linda. Quiero hundirme en los huecos que se forman en tus mejillas y no sé cómo explicarte que ya me tenías hipnotizada con tu presencia incluso antes de llegar.

Mi pequeña, que grande eres. No es ninguna ocasión especial, eres tú quien hace los días especiales. Ojalá estuvieras aquí, me debes un maratón de películas, una ida al cine, una foto y una huida de prisión.

viernes, 8 de abril de 2016

Una herida más que no cierra y que no sé cómo hacer que deje de sangrar.

¿A mi me vienes a decir que no te entiendo?

Tú qué vas a saber de dolor si no has visto a tu madre llorar tu propia muerte mientras sigues vivo; si no te han clavado agujas en las venas para alimentarte, si no te han metido un tubo por la garganta para detener una intoxicación por 37 pastillas.

Tú me vienes a decir que soy una decepción como si yo no lo supieras ya, como si no fuera capaz de ver mis brazos mutilados, mi falta de futuro o de ganas para buscarme uno, como si no hubiera visto antes las miradas de desaprobación en el rostro de mi familia.

A mi me vas a decir que no sé de autodestrucción cuando ya he sentido como se deshacen mis órganos en mi interior, cuando mi piel se vuelve de papel y se quiebra, cuando mis cabellos se quedan en mis manos en la ducha, cuando ya he perdido dientes por la desnutrición.

Te atreves a decirme que no me importa cuando he escondido todas las notas suicidas que escribo antes de dormir y tiro mis navajas en cualquier cesto de basura sólo para obligarme a sonreír una vez más mientras estoy rogando que una enfermedad terminal venga a matarme de una puta vez.

Yo ya he roto a llorar frente a una gran audiencia,
me han escupido a la cara los que me pedían un beso,
se han burlado de mi los que una vez cuidaban de mi,
han tirado de mi cabello hasta arrancarlo,
me han pisado las manos para que me soltara,
me han tirado al suelo sólo para ofrecerme la mano y golpearme la mejilla,
se han robado mi corazón para ponerlo en una vitrina
y presumir de haberle sacado el corazón a un tiburón y haberle dejado vivo a su suerte,
se han reído en mi cara cuando he pedido perdón,
me han dado una patada cuando ruego un abrazo...

A mi qué me importa ya lo mucho que te duele si jamás viniste a preguntar si seguía sangrando por la herida que me dejaste, si me hiciste culparme a mi misma por aquella vez en la que decidiste alejarte y dejarme tiritando en la calle muerta de miedo.

Soy yo la que debe pedirte que me ruegues perdón y ni eso me atrevo a permitirme.

¡Ahora vienes a decirme que no te entiendo cuando eres tú quien lleva años sin entender!

A mi ya no me importa que nadie te entienda, que ellos no quieran escucharte, ni curarte, ni aguantarte... Pero la próxima vez que me digas que te duele lo mismo que a mi te voy a romper la boca para que sea lo ultimo que digas.

miércoles, 6 de abril de 2016

Que te vaya bien, pero que te vayas bien.

Ahora creo escucharte, sueño con que pronuncies mi nombre, con que quieras saber de mi.

Aún no me atrevo a pedirte que te quedes, y te estaba empezando a sentir tan dentro que me dio por echarte yo misma. Quiero echarte de menos, retorcerme de soledad en la cama, que me tiemblen los puños de extrañarte.

Quiero verme obligada a tener que gritar tan fuerte para no escuchar tu risa en ningún rincón de mi mente, gritarme hasta dormir una canción que no me recuerde a ti, insultarme frente al espejo hasta las lágrimas... llamarme "cobarde", "mentirosa", "amargada".

Estoy demasiado asustada como para aceptar que te quiero. Me asustas. Me asusta creer que estoy volviendo a creer en el amor. Estoy rezando por que esto que siento sea una cardiopatía y no mi corazón latiendo de alegría, puedo más con una enfermedad terminal que con la felicidad.

Estoy mordiendo balas, destrozándome los dientes, partiéndome la sonrisa... porque ya no sé cómo decirte que quiero que te vayas... lejos. Espero que no te des cuenta que estoy mintiendo.

Mi estómago se siente como el interior de una lavadora y lo único que quiero es vomitar todas estas emociones que se revuelven y que están ocupando demasiado espacio, demasiado tiempo que podría usar leyendo algún libro que me saque una sonrisa o que me haga romper a llorar.

¿Sabes lo que me pasa? Me pasa que tú no pasas. Me pasas... No sé si me entiendas, ni yo misma me entiendo ahora, pero eso no es novedad. En serio, pasa que necesito que desaparezcas del todo, que te vayas y que yo no pueda evocar tu recuerdo...

...o que te quedes a seguir arrancando hojas del calendario y hacerlas aviones para tirarlas desde el mismo edificio del cuál planeaba tirarme el abril pasado.

Me pasa que yo no sé hablar de amor sin tirar de mi cabello hasta perder el conocimiento, sin ponerme la pistola en la boca para jalar del gatillo si me da por declararme... Me declaro culpable, soy yo quien se ha enamorado en la escena de un crimen que cometió otro al que no conocí ni pretendo hacerlo. Me declaro de pie, con lágrimas en los ojos, con las piernas temblando de miedo, con los dientes tiritando por el pánico... declaro que te quiero y que me estoy muriendo de ganas por decírtelo pero me está acojonando el miedo y doy pasos hacia atrás, hacia mi caída libre.

Quisiera que mis pasos hacia atrás fueran tus ganas de seguir adelante, pero hace tiempo que tú dejaste de correr y yo seguí corriendo sabiendo que tú ya no lo hacías. Seguí corriendo con la cabeza en alto por si tropezaba con alguna piedra, no quiero saber de ninguna otra si no eres tú quien las lanza.

¿Quién soy yo mas que la única que puede entender tus miradas de complicidad que casi siempre son de asesinato, aquella que puedes lanzar o tirar en un lugar cualquiera para recoger cuando se te dé la gana y retomar desde donde te quedaste, esa que renuncia a horas de sueño y también a la seguridad de sus murallas por una sola palabra tuya?

A veces creo poder escucharte, imagino que estás aquí, que yo no te dejé ir, que yo me atreví a pedirte que te quedaras... Yo sigo siendo la boba asustada que no se atreve a decir que te quiere y tú eres el mismo idiota que fue lo bastante inteligente para decidir que no valía la pena destrozarse la vida por mi.