Aún no me atrevo a pedirte que te quedes, y te estaba empezando a sentir tan dentro que me dio por echarte yo misma. Quiero echarte de menos, retorcerme de soledad en la cama, que me tiemblen los puños de extrañarte.
Quiero verme obligada a tener que gritar tan fuerte para no escuchar tu risa en ningún rincón de mi mente, gritarme hasta dormir una canción que no me recuerde a ti, insultarme frente al espejo hasta las lágrimas... llamarme "cobarde", "mentirosa", "amargada".
Estoy demasiado asustada como para aceptar que te quiero. Me asustas. Me asusta creer que estoy volviendo a creer en el amor. Estoy rezando por que esto que siento sea una cardiopatía y no mi corazón latiendo de alegría, puedo más con una enfermedad terminal que con la felicidad.
Estoy mordiendo balas, destrozándome los dientes, partiéndome la sonrisa... porque ya no sé cómo decirte que quiero que te vayas... lejos. Espero que no te des cuenta que estoy mintiendo.
Mi estómago se siente como el interior de una lavadora y lo único que quiero es vomitar todas estas emociones que se revuelven y que están ocupando demasiado espacio, demasiado tiempo que podría usar leyendo algún libro que me saque una sonrisa o que me haga romper a llorar.
¿Sabes lo que me pasa? Me pasa que tú no pasas. Me pasas... No sé si me entiendas, ni yo misma me entiendo ahora, pero eso no es novedad. En serio, pasa que necesito que desaparezcas del todo, que te vayas y que yo no pueda evocar tu recuerdo...
...o que te quedes a seguir arrancando hojas del calendario y hacerlas aviones para tirarlas desde el mismo edificio del cuál planeaba tirarme el abril pasado.
Me pasa que yo no sé hablar de amor sin tirar de mi cabello hasta perder el conocimiento, sin ponerme la pistola en la boca para jalar del gatillo si me da por declararme... Me declaro culpable, soy yo quien se ha enamorado en la escena de un crimen que cometió otro al que no conocí ni pretendo hacerlo. Me declaro de pie, con lágrimas en los ojos, con las piernas temblando de miedo, con los dientes tiritando por el pánico... declaro que te quiero y que me estoy muriendo de ganas por decírtelo pero me está acojonando el miedo y doy pasos hacia atrás, hacia mi caída libre.
Quisiera que mis pasos hacia atrás fueran tus ganas de seguir adelante, pero hace tiempo que tú dejaste de correr y yo seguí corriendo sabiendo que tú ya no lo hacías. Seguí corriendo con la cabeza en alto por si tropezaba con alguna piedra, no quiero saber de ninguna otra si no eres tú quien las lanza.
¿Quién soy yo mas que la única que puede entender tus miradas de complicidad que casi siempre son de asesinato, aquella que puedes lanzar o tirar en un lugar cualquiera para recoger cuando se te dé la gana y retomar desde donde te quedaste, esa que renuncia a horas de sueño y también a la seguridad de sus murallas por una sola palabra tuya?
A veces creo poder escucharte, imagino que estás aquí, que yo no te dejé ir, que yo me atreví a pedirte que te quedaras... Yo sigo siendo la boba asustada que no se atreve a decir que te quiere y tú eres el mismo idiota que fue lo bastante inteligente para decidir que no valía la pena destrozarse la vida por mi.
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