sábado, 18 de junio de 2016
Aquí está el "pero".
No sé cómo decirte esto...
La verdad es que no soporto
que tú siempre quieras tener el último argumento;
que creas que siempre tienes la razón;
que hables con tanta confianza;
que tengas un ego tan grande que no te cabe en la boca.
Odio que sonrías tanto,
que seas capaz de tanta positividad;
que sepas exactamente cómo hacerme reír
cuando estoy demasiado enojada para hablar;
que conozcas la forma de abrazarme
para hacer que deje de llorar;
que hayas memorizado la cara que pongo
cuando las piedras que me lanzan me han herido.
Lo que más me molesta de ti
es que finjas que no sabes de lo que hablo
cuando hablo de vértigo,
cuando te cuento historias de fantasmas
y te digo que yo los he visto a todos de frente
y que he dormido abrazada a ellos
porque me han tenido más miedo a mi.
Me saca de quicio que te empeñes en ser fuerte
que no te permitas romperte un poquito
porque puedo ver que te está consumiendo.
A veces siento que entre la persona que eres
y la que quieres ser
hay una herida muy grande.
Y lo que odio más,
lo que no aguanto,
lo que me enloquece...
es que seas la primera persona
a la que quiero desearle "buenos días", "buenas noches";
a la que le quiero contar todas mis historias
sobre castillos de arena alcanzados por un rayo;
logras que te eche bastante de menos
porque hallaste la manera de que todo me recuerde a ti.
Odio que hagas que mi estómago sea metáfora de una lavadora
...o al revés...
Te odio
porque tu risa me da ganas de vomitar mariposas,
porque cuando estás cerca la gravedad desaparece,
porque me haces dudar de mis teorías sobre el caos,
porque de verdad que no había sonreído tanto antes...
Nadie nunca me había hecho perder tanto la paciencia,
ni querer gritar sólo por querer hacerlo,
no había odiado tantas cosas en una sola persona
y hay tantas razones por las que debería odiarte...
...pero te quiero.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario