martes, 16 de mayo de 2017

Human Error.




De doler he aprendido que duele más una cicatriz que una herida. Porque por la herida se sangra, se saca la enfermedad.

Es por eso que nos cala más un Adiós que no se pronuncia; un beso de buenas noches que aunque se mande, no llega; un "Siempre siempre siempre. Nunca nos dejaremos.", que venía con fecha de caducidad implícita.

Y es que hay personas que no nos hacen el daño suficiente para querer odiarlas lo que nos queda de vida, pero que nos duelen como algo que nunca nos pasó y que nos moríamos por morir de eso y no de hastío, no de soledad, no de pensar una y otra vez en el "y si...".

Y si le hubiera dicho la verdad aquella noche. No hubiera sido difícil, yo estaba casi tan ebria como lo estaba aterrada.

Y si lo hubiera besado después de que él trato de hacerlo antes. Si le hubiera dicho que tenía muchísimas ganas de que llegara a mi casa después del trabajo...

Y si le hubiera dicho que en realidad no hubo nadie, que no quise, que no pude, que mentí.

Besos que no se dan a tiempo, preguntas que no se hacen por temor a las respuestas, mensajes que no se mandan, amor no correspondido, rompecabezas que no se terminan, cenas a las que no asiste nadie.

Personas que echas mucho de menos; personas que no salvan, pero dan esperanza; personas por las cuales tomarías el camino largo a casa; personas que no se van, pero tampoco se quedan; personas que nos dejan recuerdos en la piel y que toques donde toques hace daño. Personas-cicatriz. Cicatriz que nadie besa, cicatriz que acaricias con la punta de los dedos por temor a hacerle daño.

El problema con las persona-cicatriz es que nunca podemos llorarles, sería tan tonto hacerlo como gritarle todo el daño que te hizo a un columpio del parque del que te caíste hace 5 años. Es por eso que lloramos por todo lo demás.

Tengo una gripe terrible, la cabeza me está matando y el sangrado de nariz es imparable. No estoy llorando, sólo estoy cansadísima. Mentira.

Me han mandado una foto mía de pequeña y me ha entrado demasiada nostalgia al recordar lo feliz que era atragantándome de dulces. Lloro de encontrar demasiados recuerdos. Mentira.

Me he quemado con la estufa al hacerme un té. Lloro porque duele muchísimo. Mentira.

He hecho daño a todas las personas a mi alrededor y lo único que yo quería era alejarlas de la zona de exclusión. Lloro porque les echo muchísimo de menos. Casi verdad.

Está bien. Lo que pasa...

Lo que pasa es que mi anemia me ha mandado a la enfermería un par de veces en esta semana, que no tengo ganas de hablarle a cualquier extraño sobre mis trastornos alimenticios, que no sé cómo voy a explicar alguna que otra herida, que aunque tengo muchísimas ganas de pedir ayuda aún no me he hecho el daño suficiente. Que nadie entendería por qué, ni cómo, ni en qué momento; que no estoy de humor para explicarlo.

Pasa que no puedo entender ni una sola palabra que escucho, que mi respiración no es mía, que me tiemblan las manos. Que he echo daño a personas que me importan, que no soy una buena amiga, ni una buena hija, ni una buena estudiante. He logrado que por fin todos me dejaran sola y no he ganado nada.

¡Oh, pero claro que he ganado algo!

He ganado nauseas, tiempo libre, silencio, dolores de cabeza, insomnio, recuerdos... muchos recuerdos, más de los que quisiera conservar. He ganado muchas cicatrices, también fantasmas.

He ganado más de lo que puedo guardar. Y no lo quiero.
Pero he perdido más personas de las que puedo contar con los dedos.




Yo también quisiera huir de mi.

No hay comentarios:

Publicar un comentario