lunes, 24 de junio de 2019

Chernobilita



Será que soy la pequeña hija  
de un desastre nuclear 
o que me duelen 
extremidades fantasmas
y el único fantasma aquí
tampoco quiere 
compartir conmigo
casa embrujada.

Me siento como orificio de bala
pero hago más daño que una bazuca
no tiene sentido 
llorar el daño que me hicieron 
y terminar causando 
uno peor. 

Todo lo que toco…
perece,
se marchita,
desaparece huyendo de mi vida
a cinco patas
en estado de intoxicación.

Soy la parte del elefante 
que lleno de serenidad 
se dirige al cementerio 
y se pone cómodo  
a un lado de los cadáveres 
de los hijos  
que nunca tendrá. 

Creé una atmósfera perfecta,
un refugio infranqueable
donde morirme de miedo 
sin causarlo.

Mi bosque rojo
me protege del exterior,
me regala un otoño infinito
y así nunca me entra frío.

Mis criaturas mutantes
me adoptan su madre
y yo los amo 
como si los hubiese parido.

Quiero pedir perdón
y perdonarme,
acogerlo como un regalo,
atesorarlo.

Quiero reconocerme  
residuo radiactivo 
abrazarme fuerte,
y prepararme un baño caliente
con burbujas de manganeso.

El suplicio 
siempre ha sido  
efecto colateral 
de la colisión 
de dos seres tóxicos. 


Nunca dejaré de amar 
a mi infinita Fukushima
pese a que me obligase a abrir los ojos
mucho antes de que saliera el sol.

Siempre voy a recordar
como a un disparo de vida
a mi invicto Siberia
llevo su cicatriz en el costado
y los ríos eternos de ámbar
que hizo correr en mi desierto.

Adoraré por el resto de mi vida
a mi autárquica Mayak
aunque sus explosiones me apunten
le quiero como mi hermana
padeceremos juntas la radiación
y después dormiremos juntas.

Amo con mi existencia 
a todos mis pequeños tóxicos, 
a mis accidentes radioactivos. 

Les llevo dentro como cicatriz,
de esas infantiles 
que te haces jugando.

Les quiero con la vida, 
aunque,  
quizás, 
esta no me alcance 
para decírselos. 

martes, 18 de junio de 2019

Refugio temporal

He aprendido que mi enfermedad consiste en la incapacidad para ser feliz y hacer felices a los demás.
Eso no impide que busque la felicidad.
La busco, la busco, muchas veces la busco.
Muchas veces no.
Muchas veces no tengo fuerzas.

-Angélica Liddell



Si existen sombras es que aún hay luz 
y ojalá esta no esté al final de ningún túnel.  


Volví a abrir las ventanas de par en par, dejaré entrar toda la luz que pueda; hace tanto tiempo que mi piel no recibe los rayos del sol que ya la puedo confundir con mis folios.

Vuelvo a mi ciudad en ruinas, convenciéndola de que es más hermosa que Roma al revés. Vuelvo a mi hogar abandonado y se siente como si mi cuerpo se llenara poco a poco de agua templada.

Me arrastro rogando sombra entre los escombros y construyo paredes a base de tierra estéril y saliva, estoy cansada de vivir con tanto puente inestable por delante y no tener donde dejarme caer por las noches.

Posiblemente tengo miedo de echarme a andar y que en la próxima desviación solo haya un muro de recuerdos y rostros borrosos sin nombres.

Quizás esta presión en el pecho es una prisión, una jaula que construí con mis costillas para encarcelar un corazón correcaminos con complejo de locomotora por terror a quedarme viéndolo huir fuera de mi cuerpo con las piernas inmovilizadas de abatimiento y decepción.

Posiblemente sea que ya estoy muy cansada, que hoy no hay abrazos que me hagan reventar esta soledad… que estar sola nunca se trató de no tener a nadie con quien compartir insomnio, el problema está en no querer despertar por no querer mirarse en el espejo, porque ahí el reflejo ya no nos resulta familiar, tenemos un perfecto extraño viviendo en nuestra piel. 

Aunque parezca que ya no hay consuelo, aunque se sienta como si hubiésemos perdido todo… debemos amarrarnos las tripas y recolocarnos los huesos rotos, aprender a respirar a través de trajes protectores.

Hay días en los que tengo razones de sobra para dejarme morir de insolación… pero hoy solo tengo una para arrastrar mis pies de cartón un kilómetro más, solo uno más, siempre uno más… hoy sobre el charquito de lágrimas frente a mí me miró una niña que alguna vez subía resbaladillas al revés solo porque podía hacerlo.

Tengo razones para rendirme,
dejar que los buitres me coman las entrañas,
observar el sol hasta la ceguera,
pero mi niña quiere salir corriendo,
mi niña aún busca su estrella.


Solo hacía falta una razón. 


Y es ella. 



jueves, 6 de junio de 2019

Fukushima



Hoy soñé que me moría
sin despedirme de ti,
casi me mata la pesadilla,
pero recordé pellizcarme.

Después de espabilar el susto,
caí en la horrible cuenta
de que lo peor no sería morirme
sin despedirme de ti,
lo peor sería que tú lo hicieras
antes de que yo pueda decirte
todo lo que te quiero.

A veces quisiera llenarte el corazón
de chocolate caliente
para que nunca se congele
como todos mis relojes,
pero quizás sea imposible
que te quepa más dulzura en él.

Hoy quise romperle la nariz a la muerte
para que no se atreva a aparecerse en tu puerta,
pero se ha burlado en mi cara
antes de que pudiera negociar
mis años a cambio de tus manos.

Mi fragilidad humana
compite con mi terror a perderte
y se me hinchan los nudillos
de enzarzarme con el tiempo.

Es tan injusta tu mortalidad,
te llevarás la primavera contigo
y también mi voz,
no la quiero si al llamarte
ya nunca me encuentran tus ojos.

Cualquier día de estos
cambiaría la paz mundial por tu sonrisa
y mi vida
por la tuya.

Eres mi supervivencia
en medio de este Armagedón.
Si existe la cura a todas las plagas
lleva tu nombre.

Hoy de nuevo cerraré los ojos
con el miedo a que te acabes,
mamá,
ojalá el día durara para siempre
para que la pesadilla nunca empiece.

Me duele el corazón
cada vez que imagino
que el tuyo deja de latir.

Entonces
ninguna caja de música
va a conseguir
que vuelva a dormir.