martes, 18 de junio de 2019

Refugio temporal

He aprendido que mi enfermedad consiste en la incapacidad para ser feliz y hacer felices a los demás.
Eso no impide que busque la felicidad.
La busco, la busco, muchas veces la busco.
Muchas veces no.
Muchas veces no tengo fuerzas.

-Angélica Liddell



Si existen sombras es que aún hay luz 
y ojalá esta no esté al final de ningún túnel.  


Volví a abrir las ventanas de par en par, dejaré entrar toda la luz que pueda; hace tanto tiempo que mi piel no recibe los rayos del sol que ya la puedo confundir con mis folios.

Vuelvo a mi ciudad en ruinas, convenciéndola de que es más hermosa que Roma al revés. Vuelvo a mi hogar abandonado y se siente como si mi cuerpo se llenara poco a poco de agua templada.

Me arrastro rogando sombra entre los escombros y construyo paredes a base de tierra estéril y saliva, estoy cansada de vivir con tanto puente inestable por delante y no tener donde dejarme caer por las noches.

Posiblemente tengo miedo de echarme a andar y que en la próxima desviación solo haya un muro de recuerdos y rostros borrosos sin nombres.

Quizás esta presión en el pecho es una prisión, una jaula que construí con mis costillas para encarcelar un corazón correcaminos con complejo de locomotora por terror a quedarme viéndolo huir fuera de mi cuerpo con las piernas inmovilizadas de abatimiento y decepción.

Posiblemente sea que ya estoy muy cansada, que hoy no hay abrazos que me hagan reventar esta soledad… que estar sola nunca se trató de no tener a nadie con quien compartir insomnio, el problema está en no querer despertar por no querer mirarse en el espejo, porque ahí el reflejo ya no nos resulta familiar, tenemos un perfecto extraño viviendo en nuestra piel. 

Aunque parezca que ya no hay consuelo, aunque se sienta como si hubiésemos perdido todo… debemos amarrarnos las tripas y recolocarnos los huesos rotos, aprender a respirar a través de trajes protectores.

Hay días en los que tengo razones de sobra para dejarme morir de insolación… pero hoy solo tengo una para arrastrar mis pies de cartón un kilómetro más, solo uno más, siempre uno más… hoy sobre el charquito de lágrimas frente a mí me miró una niña que alguna vez subía resbaladillas al revés solo porque podía hacerlo.

Tengo razones para rendirme,
dejar que los buitres me coman las entrañas,
observar el sol hasta la ceguera,
pero mi niña quiere salir corriendo,
mi niña aún busca su estrella.


Solo hacía falta una razón. 


Y es ella. 



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