lunes, 17 de julio de 2017

¿Recuerdas cuando casi nos quisimos a la vez en una canción de Standstill?

¿Es demasiado tarde para recordarte?
He jurado a todos que ya no me acuerdo de ti.
Pero lo hago,
incluso cuando de lo demás te he borrado del todo.

Hace tres años escribí sobre olvidarte,
hoy llegué a la conclusión de que te quiero recordar
hasta que tu recuerdo no duela.

Para que algo deje de doler no hace falta poner banditas,
sólo que lo bese la persona correcta.
Y esa eras tú.
A veces creo que me dejaba romper para que tú me amaras.

Hoy ya no soy la misma persona,
ya no te enamorarías de mi,
y esa canción que solía recordarte a mí
me queda muy grande.

Hace meses que no toco un piano,
ya no recuerdo que se sentía.
Es la primera decepción que te dejo en la puerta.

Me planté un iceberg en el pecho
porque ya no me quedaban más semillas
e hizo raíz en mi estomago,
contengo más frió del que tu suéter puede soportar,
soy incapaz de dar,
y no, no te dí todo lo que tenía,
pero es que no quise dárselo a nadie más,
por eso lo deje en el último lugar en el que existimos;
tengo las manos vacías y congeladas,
restos de arena entre los dedos
y ningún reloj que se acuerde de pararse por si vuelves.

Ya no saludo a nadie cuando voy por la calle,
desconocí a todos, incluso a mi misma,
me limito a agachar la mirada,
esquivar los ojos que se clavan como dagas en mi piel.

Ya nadie me mira como tú,
nadie me ha vuelto a llamar "maravilloso ser".
Pero aún serías capaz de seguir mi rastro,
aunque no sean huellas,
son cicatrices,
cicatriz de "aquí nadie me hace más daño que yo".

Ahora cómo voy a cuidar de alguien,
si no sé hacerlo conmigo.
Ya no sé cómo mantenerme recta frente a un montón de personas
que quieren contarme su vida en formato dolor.

Y claro que sé que es lo que pasarlo mal,
pero parece que ya nadie lo recuerda como yo,
pase de tener la cabeza en la guillotina
a ser quien deja caer la cuchilla.
¿En qué clase de personas nos convertimos
si hacemos todo el daño que nos hicieron?

Y no, no voy a ser yo quien salve esta ciudad,
ni siquiera puedo con los gatos abandonados;
y ya nadie quiere escucharme al otro lado de la línea
línea muerta,
muerta de miedo,
miedo a la oscuridad,
oscuridad de no veo ningún rostro conocido;
y ya no puedo decir que toda va a ir bien.

Ojalá que cuando regreses quieras verme,
y no te importe todo lo que haya cambiado.
Ojalá que me invites a comernos la ciudad desde tu balcón,
con la boca tan llena de risas que no nos cabía la tristeza.


miércoles, 12 de julio de 2017

Todo lo demás ya no importa.

Un día cualquiera te llamo al llegar a casa,
te echaré tanto de menos
y llevaré unas copas de más.

No contestes.

Que quiero contarte todo lo que me callé la última vez
que te dije que te odiaba
esperando que tú también lo dijeras
porque así sería más fácil irme.

Pero esa vez te quedaste callado
porque sabías que necesitaba convencerme a mi misma de eso.

No sé si podré decirte todo lo que sentía en ese momento,
quería que me hicieras cambiar de opinión.
No hay nada más triste
que querer quedarse
queriendo irse.

No quiero hacer largo este mensaje:
te quiero.

Y ya está,
que aún después de que me rompieras el corazón,
recogería los pedazos y los pondría de vuelta en tus manos.



Que bueno que nunca escuchas el buzón de voz.


martes, 11 de julio de 2017

También en Abril.



Me gustaría estar de acuerdo con todos los poetas que describen lo bonito del amor, que nos juran que está bien, que vale la pena. Me gustaría también proclamarme valiente y decir que te veo a los ojos como un astrónomo que apenas está descubriendo todas las constelaciones.

Me gustaría poder decirte lo bonito que es enamorarse, lo fácil que es, lo hermoso que se siente... pero a mi nunca se me ha salido mentir.

Yo no entiendo qué es lo bonito del amor.
¿Es cuándo te quieres abrir el pecho sin anestesia para sacarte el corazón y regalarlo envuelto en papel celofán junto con chocolates o cuándo quieres correr hasta llegar muy lejos y caer sobre tus rodillas para que éstas sangren y alguien venga a poner una bandita sobre tus heridas?

Yo no lo entiendo...

No lo entiendo porque cuando te miré a los ojos quise voltear a otro lado y jamás volverte a ver, porque cuando fueron tus labios los que pronunciaron mi nombre quise cambiarlo en ese instante y tu voz sonó como uñas sobre un pizarrón de primaria. ¿Dónde está lo bonito de enamorarse cuando lo único que quieres es no toparte con su sonrisa?

No entiendo... No entiendo nada de esto porque te tengo miedo, porque contigo siento que caigo y que me falta la respiración, porque yo no quiero darte mi canción favorita...

Esto no es bonito, ni está bien, porque eres de esa clase de personas que me puede romper el corazón, que me puede dejar el destino confundido, que me puede sacar ese demonio asustado de las entrañas.

Así que yo no entiendo cuando dicen que el amor es bonito porque a mi me parece más un monstruo sediento de sangre que viene a pedir carne, viva o muerta.

Que el amor es esa sirena que te arrastra al océano y después no se atreve a ahogarte y te deja a la deriva extrañando una canción de la cuál no recuerdas la letra pero sí las ganas que tienes de volver a escucharla aunque eso signifique intercambiar tu corazón por agua de mar.

jueves, 6 de julio de 2017

Desastre 212

Yo en serio quiero decirte la verdad
pero nunca parece ser un buen momento,
y ahora está sonando una canción de Nudozurdo
y me convence de hacerlo.

Quisiera revisar mis mensajes
a sabiendas que ninguno de ellos será tuyo;
si no me conociera lo suficiente
te escribiría primero.

Sé que te voy a perdonar todo el daño,
sé que me culparé por todo lo que salga mal después.
Quiero hacerte llorar, quiero que te mate,
pero también quiero ser la única que te reviva.

Soportaré la grieta,
mañana te diré la verdad.
Soy la misma persona que te pidió un beso
justo después de mancharte la camisa
con las lagrimas que me sacó alguien más.

El amor era un juego
y aunque ambos nos divertimos,
tú ansiabas ganar y yo te dejé.
Ríete en mi cara
que te quiero morder el corazón
y escupirlo a tus pies.


jueves, 25 de mayo de 2017

Todos mis disparos.

Soy esa que no pudo.
Esa que no supo.
Esa que no sabía querer,
pero te amó.
Y amé con toda mi enfermedad.
Amo con toda mi tristeza.
Y metí los dedos en las heridas
para que no me vieras sangrar.
Pero nunca entendí del todo las medidas provisionales.

¿Me crees?
Dime que me crees.
Me crees, ¿verdad?

Me veo, No sé quien soy.
No me reconozco entre una multitud de gente.
Me desconozco de frente.
No me quiero conocer.
No me quiero.
Te quiero.
No me quiero.
No sé quererte.
Me odio.

No puedo salvarte.
No puedo salvarme.
No puedo coger tu mano desde el fondo,
pero te daría las mías.
No quiero salvarme.
Te necesito.
Yo no necesito nada.
Quiero no necesitar.
No sé cómo decir que necesito.
No sé qué necesito.

Lo siento. Lo siento. Lo siento.
No es disculpa.
Sólo efecto secundario de estar viva.

Abrázame, estas heridas no duelen,
no me haces más daño del que ya me hice.
No has hecho nada,
estas balas salen desde dentro.

No te vayas.
No te acerques.
Quédate.
Vete.
Estas demasiado lejos.

Te extraño.
No me quiero volver a ver.
Estoy muy enfadada.
Extraño el sentimiento desconocido de reconocerme,
de conocerme,
de saberme de memoria,
aunque fuera mentira;
de hacerme encajar en el rompecabezas,
de romperme la cabeza con trivialidades,
de rompérmela ideando planes para que me creas,
para ser normal,
para ser más real.

Yo no tengo nada.
Yo no tengo a nadie.
Tengo las manos heridas de tirar de mis sogas
sin conseguir moverme un centímetro,
y te odio,
te odio,
te odio,
por lograr hacerme correr en menos de un año
y yo llevo 21 años tratando de invitarme a salir.

¿Por qué se marcharon?
No quiero que se vayan.
Odio estar sola.
Odio estar conmigo.
Detesto mi compañía, me doy miedo.
¿Por qué no están?
¿Fui yo quien se fue?
¿Yo los alejé?
¿Es mi culpa? ¿Lo merezco?
¿Es mi castigo por apuñalar a mi pequeña?
¿Realmente es culpa mía?
¿Me alejé yo?

No sé quien habita este cuerpo.
Todos los recuerdos son prestados,
la respiración también me la prestaron.
No quiero nada de mi.

Te quiero.
Y no sé cómo quererme,
pero te quiero.
Les quiero.
A mi también a veces.




¿Me crees?
Me crees, ¿verdad?


martes, 16 de mayo de 2017

Human Error.




De doler he aprendido que duele más una cicatriz que una herida. Porque por la herida se sangra, se saca la enfermedad.

Es por eso que nos cala más un Adiós que no se pronuncia; un beso de buenas noches que aunque se mande, no llega; un "Siempre siempre siempre. Nunca nos dejaremos.", que venía con fecha de caducidad implícita.

Y es que hay personas que no nos hacen el daño suficiente para querer odiarlas lo que nos queda de vida, pero que nos duelen como algo que nunca nos pasó y que nos moríamos por morir de eso y no de hastío, no de soledad, no de pensar una y otra vez en el "y si...".

Y si le hubiera dicho la verdad aquella noche. No hubiera sido difícil, yo estaba casi tan ebria como lo estaba aterrada.

Y si lo hubiera besado después de que él trato de hacerlo antes. Si le hubiera dicho que tenía muchísimas ganas de que llegara a mi casa después del trabajo...

Y si le hubiera dicho que en realidad no hubo nadie, que no quise, que no pude, que mentí.

Besos que no se dan a tiempo, preguntas que no se hacen por temor a las respuestas, mensajes que no se mandan, amor no correspondido, rompecabezas que no se terminan, cenas a las que no asiste nadie.

Personas que echas mucho de menos; personas que no salvan, pero dan esperanza; personas por las cuales tomarías el camino largo a casa; personas que no se van, pero tampoco se quedan; personas que nos dejan recuerdos en la piel y que toques donde toques hace daño. Personas-cicatriz. Cicatriz que nadie besa, cicatriz que acaricias con la punta de los dedos por temor a hacerle daño.

El problema con las persona-cicatriz es que nunca podemos llorarles, sería tan tonto hacerlo como gritarle todo el daño que te hizo a un columpio del parque del que te caíste hace 5 años. Es por eso que lloramos por todo lo demás.

Tengo una gripe terrible, la cabeza me está matando y el sangrado de nariz es imparable. No estoy llorando, sólo estoy cansadísima. Mentira.

Me han mandado una foto mía de pequeña y me ha entrado demasiada nostalgia al recordar lo feliz que era atragantándome de dulces. Lloro de encontrar demasiados recuerdos. Mentira.

Me he quemado con la estufa al hacerme un té. Lloro porque duele muchísimo. Mentira.

He hecho daño a todas las personas a mi alrededor y lo único que yo quería era alejarlas de la zona de exclusión. Lloro porque les echo muchísimo de menos. Casi verdad.

Está bien. Lo que pasa...

Lo que pasa es que mi anemia me ha mandado a la enfermería un par de veces en esta semana, que no tengo ganas de hablarle a cualquier extraño sobre mis trastornos alimenticios, que no sé cómo voy a explicar alguna que otra herida, que aunque tengo muchísimas ganas de pedir ayuda aún no me he hecho el daño suficiente. Que nadie entendería por qué, ni cómo, ni en qué momento; que no estoy de humor para explicarlo.

Pasa que no puedo entender ni una sola palabra que escucho, que mi respiración no es mía, que me tiemblan las manos. Que he echo daño a personas que me importan, que no soy una buena amiga, ni una buena hija, ni una buena estudiante. He logrado que por fin todos me dejaran sola y no he ganado nada.

¡Oh, pero claro que he ganado algo!

He ganado nauseas, tiempo libre, silencio, dolores de cabeza, insomnio, recuerdos... muchos recuerdos, más de los que quisiera conservar. He ganado muchas cicatrices, también fantasmas.

He ganado más de lo que puedo guardar. Y no lo quiero.
Pero he perdido más personas de las que puedo contar con los dedos.




Yo también quisiera huir de mi.

martes, 2 de mayo de 2017

Pongamos que hablo de ti.

Quiero escribir sobre la maravilla que es volver a reír con alguien más después de llorar muchísimo por quien te enseño a reír, pero sólo puedo hablar de lo mucho que estoy echando de menos a alguien aún cuando sé que no le interesa en absoluto conocer el número de kilómetros que nos separa y la cantidad de memoria que ocupa en mi móvil.

Quiero escribir sobre como la primavera me esta mordiendo los hombros y yo no puedo hacer nada mas que esperar con suerte a que pase tan rápido como llega. En lugar de eso me pongo a escuchar las canciones favoritas de una persona de la que antes no tenia que escuchar sus canciones favoritas para sentir que seguía cerca.

Quiero escribir como la imbécil enamorada que soy, hablar con metáforas estúpidas, desvariar un poco más de lo necesario al hablar de sus ojos de niño triste que quiere comerse el mundo, de la forma en que habla con las manos, de cómo sus manos acariciaron mi pasado sin un atisbo de asco o miedo. Pero ya no debería hablar sobre eso, debería hablar del chico que en verdad quiso saber por qué mi canción favorita era mi canción favorita y quería escuchar mis playlist tontas antes de empezar la rutina.

En verdad quiero escribir sobre lo mucho que esperaba cumplir años este año, que me causaba muchísima ilusión salir a pelear el primer lugar en todos los bares de esta ciudad y después hacer equilibrio en las banquetas. No puedo dejar de pensar en el abrazo que no llegará, en la llamada que esperaré todo el puto día fingiendo que me la paso genial, tal vez haciéndolo de verdad, pero con el vacío en el estomago de no poder gritar lo que siento.

Quiero hablar sobre feminismo, pero en cuanto abro la boca aparecen escorpiones mordiéndome los labios y serpientes me rodean las piernas hasta hacerme caer. Yo que le rompería las costillas a cualquiera que se atreviera a hacer llorar a quien amo, estoy dejando que quien amo me saque el corazón del pecho lo estruje fuerte entre sus dedos y pinte las paredes con la sangre que brota de mis heridas.

Supongamos que ya nada de esto importa.
Supongamos que me quedo sin voz y que olvido todo lo que siempre me da vueltas en la cabeza, que no siento nada cuando alguien pronuncia ese nombre, que no lloré frente a mis amigos sin poder explicar lo que me pasaba.
Supongamos que me enamoro de alguien más y le quiero muchísimo, y justo cuando quiera dormir en su hombro recuerde que hablo dormida, que tengo pesadillas a menudo, que necesito que me abracen más de la cuenta y que me quieran tan fuerte que no les de miedo perderse en cualquier lugar del mundo a mi lado.

Quiero hablar sobre todo lo demás. Sobre la escuela y lo mucho que odio levantarme temprano sin alguien que me diga "Buenos días", las clases aburridas, conferencias insoportables, exámenes, proyectos en equipos disfuncionales. Sobre proyectos de vida, viajes, ropa, idiomas, reglas gramaticales y buena ortografía, planes para el fin de semana, películas en el cine, zapatos, el cambio climático, la nueva dieta de moda, libros... quiero hablar sobre todo lo demás.

Quiero escribir sobre cualquier otra cosa,
que no me recuerde lo mucho que duele echar de menos.
Quiero poder explicar que echando de menos
soy la peor versión de mi.
También quiero que algo me convenza a decir la verdad
nunca supe realmente porque dije que no creía en el amor,
debí decir que estaba aterrada a que algo me hiciera creer.

Pongamos que soy valiente, que por fin escupí el corazón al vomitarlo.

"He defraudado a todos
empezando por mi."



jueves, 6 de abril de 2017

Hoy he escuchado a David de regreso a casa.

¿Has escuchado esa canción de Rayden sobre el niño que se perdió en mitad del cielo y la niña que nunca supo qué pasó con él porque echo raíces en el suelo? Tal vez no... a lo que iba es que me hizo recordarle muchísimo... aunque para ser honesta nunca le olvido del todo.

Él es tan Siempre y yo tan Nunca. Me entraron unas ganas terribles de contarle aquel cuento y en mi mente se lo contaba mientras él terminaba el último bocado de su comida y yo jugaba con lo que quedaba en el plato y no quería comer; él estaría de acuerdo en que soy tan Nunca, sonreiría, me miraría un largo rato y soltaría una carcajada que yo, esperanzada, tomaría como un "joder, echaba de menos todas tus tonterías"... Seguramente jamás lo haga.

¿Conoces esa sensación de tener un nudo en la garganta en forma de un "Hola" con el que te atragantas al respirar pero que tampoco puedes escupir? Así hoy.

He estado bien. En serio.
Casi no me duele la fractura, aunque cualquiera podría decir lo contrario porque lloré muchísimo esa noche en urgencias. 30% dolor, 70% sentimientos. Así puedo resumir lo que sentía en ese momento. El dolor no se comparaba en nada a las ganas que tenia de llamarle y decirle que me moría de miedo. Recuerdo que quería salir corriendo cuando las primeras lágrimas escurrieron pero no podía dar un sólo paso sin tropezar. Por lo visto, no creo que le importe en absoluto esta historia.

Estoy bien.

Estoy. PERFECTAMENTE. Bien.

"Miente más que habla. Blah blah blah... siempre miente."

Y yo me tragaba sus mentiras como caramelos cristalinos de la ultima fiesta navideña en casa de mis abuelos, con la boca tan llena que no podía articular una palabra que no sonara a balbuceos sin sentido y no oliera a canela artificial. Pero eran mentiras tan preciosas que se convertían en humo en cuanto las tocaba, como el humo del cigarro que me fumé sólo porque me pidió no hacerlo.

Tenía tanto miedo a perderle y supongo que esa es la razón por la que retrocedía a zancadillas cada que se acercaba un poco más. ¡Qué idiota! Tuve que abrir la boca antes de hacerlo con el corazón. De nuevo quise curar una herida con un arañazo.

Todo lo que dije lo hice temblando, y así es como sé que lo decía de verdad. No pretendo que en el futuro pueda comprender porque nunca dije lo que me salía de las entrañas, ni tampoco que entienda lo que esconden mis abrazos de tres letras:
"VEN (que no me atrevo a decirte que te quiero en voz alta)",
"VEN (que diré que lloro por cualquier tontería para que no sepas que lo hago por ti)",
"VEN (que ojalá que un abrazo de cumpleaños durase toda la vida)",
"VEN (que siento que me estás alejando y soy tan pequeña que un soplido me vuela)",
"VEN (que llevo tantísimo tiempo echándote muchísimo de menos)".

Ahora me doy cuenta, yo soy tan Nunca. Y no pude evitar que me gustaran todos los pájaros que tenía en la cabeza, pero yo que vivo con el corazón hecho jaula no me atreví a abrir la puerta para salir por miedo a que alguien más pudiera entrar.

No se lo pude decir a tiempo: "Si tú no fueses quien eres, y yo no fuera una subnormal con discapacidad emocional... reviviría a las mariposas, construiría un cometa con tréboles de cuatro hojas y volaría junto a ti, sabiendo que podemos caer pero que nada impediría levantarnos. Ya no soy la misma persona que era antes de conocerte... pero soy la misma imbécil que una vez te hizo reír".

La primavera otra vez me está mordiendo los hombros y me está instando a cortarme la cabeza y chutarla muy lejos de mi cuerpo, hasta que ya no pueda hacerme daño ni yo.

Pero...

...supongo que nada de esto importa ya.



sábado, 25 de febrero de 2017

"I used to be a cleancutter"

Nosotros siempre hicimos lo mismo,
una y otra vez,
otra y más veces,
siempre la última.

De cualquier forma,
en cada una nos quedamos con las ganas
...de más...
y es que...
teníamos esa enfermiza costumbre de meternos a la boca
mucho más de lo que podíamos tragar.

Nos quisimos como dos animales
que sabían iban a ser devorados en cualquier momento
por un cazador más grande,
pero puedo jurar que todo el mundo parecía una granja de hormigas...
si tú me veías.

Es algo egocéntrico decir que nadie te querrá como yo.
Te querrán mejor,
con más fuerza,
con menos miedo,
te querrán a tiempo y bien.
Ojalá te quieran más que yo...
y que te lo digan muchas veces y no sólo te lo escriban,
que te lo digan de frente y mirándote a los ojos sin miedo a salir corriendo,
que te cojan de la mano y jamás te dejen ir.
La próxima persona que te quiera...
tendrá menos lágrimas en los ojos,
tendrá menos dudas sobre la vida,
tendrá la misma cara de imbécil al verte
pero si no la tiene sigue de largo.

Aún te quiero...
tanto que no sé si montar un drama y mandarte a la mierda,
después irte a buscar y pedirte perdón,
arrastrarme de rodillas hasta sangrar y decirte que me he vuelto loca
culpar al trabajo,
a la universidad,
a mi dolor de muelas,
al perro de mi vecina que fue un idiota al cruzar la calle,
al último imbécil que ha querido pasarse de listo conmigo,
a los semáforos que se ponen en rojo cuando llevo prisa...
pero... jamás te digo la verdad.

Te propongo algo:
vamos a olvidarnos de todo,
vamos a fingir que no nos queremos,
vamos a negarlo todo,
a odiarnos,
gritarnos,
echarnos promesas rotas en cara
cortarnos con la lengua que una vez compartimos.
Vamos a tomar un café
y despedirnos como en una estación antigua.
Vamos a echarnos de menos,
y ser muy felices hasta que lleguemos a casa,
y justo cuando nuestros pies toquen la cama
nos entren ganas de gritar
y que nuestra garganta se cierre violentamente,
que nunca más podamos pronunciar nuestro nombre en voz alta.

No soy mentirosa,
soy cobarde.
No quería creer en el amor,
pero creía en ti.





martes, 14 de febrero de 2017

Asimetría emocional.


Estarás frente a mi y yo seré incapaz de mirarte porque estaré bastante cansada para hacerlo y tú lo tomarás como que no quiero verte nunca más y tendrás razón. Tendrás razón porque no puedo volver a pisar chinchetas con los pies descalzos y después escribirte que me la he pasado de maravilla.

Quizás te diré con cierto nerviosismo y toda la honestidad que me permite la tristeza que yo nunca me he enamorado, pero tú no podrás creértelo porque has preferido escuchar la historia de cómo me saqué el corazón y lo dejé en la cama elástica de un balcón desértico, escucharás que le he puesto iniciales a alguna canción, que dediqué un diario entero a alguna persona, que lloré con todos mis amigos una despedida mediocre; pero nadie cuenta que a ese corazón le dio hipotermia y casi muere pisoteado por un vitoreo en medio de una declaración de amor no correspondido.

Ahora podré mirarte a los ojos: "Yo jamás me he enamorado". La verdad es que soy muy mala mintiendo, mucho más cuando quiero hacerlo, pero aprendí a leerte lo suficiente para saber que rogarás que yo lo estuviese haciendo.

Extrañaré llorar a carcajadas hasta provocarte asco, hasta que tú empezaras a llorar de frustración por no saber cómo callarme sin meterme dos dedos a la boca para hacerme vomitar lo que me pasaba porque sabías que preferiría arrancarme la lengua sin anestesia a ser honesta con mis sentimientos.

"Me provoca arcadas estar sola, pero tampoco sé estar con alguien más". Miraré hacia el suelo, aún no sé cómo decir que te extraño sin insultarme. "Soy imbécil, me hubiese gustado decírtelo".

Habré destrozado todas mis barreras y tendré el orgullo en la garganta. Querré decirte que eres lo mejor de todo lo malo que me ha pasado, que por ti continuaría yendo a terapia con el primer psicoanalista que entienda de que van los trucos de magia, que me importaría muy poco el daño que me hicieron y olvidaría el que me hice por un 'Quédate, aún no me olvido de todo'.

Esta será la parte en la que rompo a llorar y te exijo como una niña mimada que hagas un ultimo acto de desaparición y que a mi me partas en dos justo cuando se cierre el telón, que todos aplaudan frenéticos el día en el que saques tu corazón de mi caja torácica dejándome un hueco donde guardar los dientes de leche de un futuro que apenas aprendía a gatear cuando retrocedió a zancadillas, pero me quedo en el mismo lugar en el que he construido mi fortaleza de paja y con las inmensas ganas y el miedo de que alguien se atreva a incendiarla.

Y entonces el frío me hará hablar: "Mentía". Y tú no entenderás de lo que hablo porque siempre que digo la verdad hablo entre dientes porque nunca nadie me enseño a decir lo que debe ser dicho a su tiempo. "El problema es que ya no quiero seguir mudando de piel, que estoy harta de hacer un hueco en mi rutina para autolesionarme, que ya no quiero provocarme paros cardíacos para esconder lo que siento, que quiero volver a subir árboles sin miedo a rasparme las rodillas, que me entran ganas de llenarme la boca de caramelos y de aprender a andar en bici y dejar de fantasear con morirme ahogada".

En este punto ya estaré gritando como una histérica y tú no tendrás idea de lo que te estoy diciendo y seguirá haciendo frío y la gente pasará mirándome dos veces y qué sabrán ellos sobre tragarse una guillotina si no han tenido que observar su propia muerte mientras se sostienen en brazos, mientras consuelan a su madre escondiendo las muñecas mutiladas y se obligan a vomitar 47 pastillas.

Ya no me dan miedo los finales desde que las piedras empezaron a pisarme los pies y no al revés, ahora los espero con ansias en el borde del sofá donde esperaba la llamada de alguien que sabía jamás iba a volver.

"Sigo siendo la niña que se escondía los chicles en el cabello y tú sigues sin entender de qué va querer una margarita sin deshojarla."

No puedes entender nada de lo que digo, te mueres por darme la razón pero yo renuncié a ella en la sala de espera en un hospital cualquiera donde tuve que sostener mis hombros y fingir que era un terremoto y no mi niñez derrumbándose sobre mi espalda. No puedes sostenerme la mirada, no puedes conservar lo que has soltado una y otra vez, no puedes verme llorar sin sentir el pinchazo de 100 alacranes en el vientre... y yo que puedo, porque tengo las manos limpias de lavarme la cara en ácido, me limito a convertirme en muñeca rusa. "¿Qué clase de mierda somos si hacemos el mismo daño que nos hicieron? Yo aún tengo los nudillos más bonitos de esta ciudad, pero son tuyos".

lunes, 6 de febrero de 2017

A veces, sólo miedo.

Haz lo que quieras con esto, pero que te salga de las entrañas.


Llevo 19 días comiéndome la pared, si se me van los dientes en ello no podré al final decirte nada, pero eso no sería una novedad. Conservo mi derecho a no saber si decirte que... igual no lo entenderías.

Resulta tan irónico que me digas a la cara que me quieres mientras haces malabares con mis ganas de ser transparente y le quitas todos los pétalos a mis margaritas sin siquiera considerar que te podrían llegar a querer.

Miento cuando digo que me hace falta espacio. No quiero que te vayas y tampoco quiero quedarme. Me he prometido a mi misma salir de la jaula cuando yo quiera, no cuando alguien más me quiera.

A veces la vida sólo se trata de encontrar algo que te acojone y que aún así te mueras por hacer y jamás terminar. No te provoco el miedo suficiente. Te juro que si no fueras quien eres, si no hubieran tantas personas entre tú y yo en esta cuerda floja, dejaría de ser valiente por miedo y me decidiría a ser vulnerable para evitar romperme. No trates de leer entre líneas, muy dentro de ti sabes exactamente lo que te quiero decir y no me atrevo; después de todo eres la única persona que me ha visto desnuda entre una multitud de personas sin rostros.

Miento cuando digo que lo entiendo. No entiendo nada. Nunca he sido de las personas que se ponen en los zapatos ajenos, pero cuando lo hago es porque me cansé de caminar tantos kilómetros en los míos. No lo entiendo. No entiendo por qué no estás aquí, por qué no te pedí que te quedaras sabiendo que yo no sería capaz de irme. No entiendo ni una sola de tus palabras entre tanto bullicio de sentimientos y tampoco quiero verte a los ojos por miedo a que me digas la verdad y que a mi se me escape decirte que me he odiado todas las veces en las que busco con desesperación esquizofrénica razones para no creerte.

Se me rompió entre las manos el "no le quiero tanto" y se incrustaron pedacitos de vergüenza en mis mejillas que hago que relaman los pesados del bar de siempre. De modo que es verdad, no te quiero tanto como para serte infiel con cualquiera que finja quererme un poco más que tú y mucho menos de lo que merezco. A el próximo imbécil que entienda que soy igual a todas las otras chicas que ha conocido le dejaré tocar mi cabello sin intentar arrancarle la mano después.

No quiero volver a romperme los dientes abriendo una botella de vino que compraste para otra, pero lo volvería a hacer sin rechistar si me lo pidieses. Soy la idiota que te cerró la puerta en la cara dejando en el marco su corazón, la idiota que se colgó del nudo en la garganta después de tragarse las cosas que nunca te pudo decir. Besa a cualquiera que te quiera mucho menos que yo, pero mejor. Jamás te podré amar como tú esperas, en mis manos aún hay incendios de nieve, pero entiende: volaría en mil pedazos todos los puentes de los que quise saltar y besaría tus manos en cada rincón de la ciudad donde alguna vez sentiste frío.

Arranqué todos tus caricias de raíz y no tengo tantos dedos para meter en las heridas. No creo que algún día lo entiendas. Hay arañas recorriendo tu espalda cuando me tocas y un millón de avispas que viven en tus ojos hicieron su nido en mis labios.

No entiendo como es que yo, siendo de gominolas y huesos de castillos de arena, puedo hacer que vuelvas un poco la vista hacia a mi, lo suficiente para que te entren estrellas en los ojos y comprendas que no debes volver a mirar. Me aprendiste tan desde dentro que cuando me aleje un poco encontraste una perfecta extraña mirándote con ojos de niña a quien le han prometido llevarle a bailar con las hadas... y tú me convenciste de que eran sólo mis ansiolíticos y no polvo de hadas el que me hacia volar.

No te confundas, a él también le quiero. Pero sigues siendo el único con el que quiero reír desde el estómago y no sentir que debo cubrirme los dientes.