Terminó hablando de los ojalá, de los quizás, incluso de los tal vez que escribía para ver si te encontraba.
Y llegó a hablar de las casualidades, de las posibilidades, de la incapacidad de tenerte a mi lado.
Y ahora me la juego todo, porque esto que escribo me esta matando. Y deberías saber que ya agote mis oportunidades de renacer, y reencarnar ahora no me suena bien.
La suerte fue muy caprichosa y se pavoneo al ponerte en mi camino y después alearse contigo dejando detrás solo la falta de oxigeno y de algo que ya no recuerdo el nombre.
Lo que yo quiero es volver a dibujar tus silencios en la palma de mi mano, pero me quede sin lado izquierdo y el camino en mi palma derecha solo ha escrito que no estas.
He echo las maletas mas de 22 veces y cogí una buena ración de valor del cajón, pero creo que se ha mezclado con los recuerdos. Y así, amor, no se puede vivir.
A estos abismos seria bonito empezar a creer en los deseos, y tal vez podría desearte, pero eso ya lo hago. Lo que en verdad quiero decir es que los deseos no me sientan bien a estas horas, porque me he dado cuenta que mi habitación parece mas grande, pero solo es que estoy más sola.
Empiezo a terminar dándome cuenta que cada vez que te decía que te quería era porque en realidad te quería pedir auxilio, y quería que me salvases, e irónicamente, yo también te quería salvar.
Contamos los pasos antes de caer al precipicio, o antes de coger el metro por enésima vez en este año. Tanteamos a ciegas la caída y tiramos piedras pensando que conoceremos de esa manera un poquito mas nuestro ultimo golpe, y corremos con los ojos vendados hacia el abismo y durante la caída libre tratamos de envolvernos en la bandera de una boca que ya no nos habla más.
Nos vestimos de caos y nos lavamos con lagrimas añejas la cara dejando surcos de lo que pudo ser un buen poema. Y al recordar la caída libre, vemos que no tuvo nada de libertad, que ya estábamos escritos para dar el siguiente paso e inminentemente teníamos que sangrar por la persona equivocada, porque solo así podíamos empezar a calar besos de madrugadas en otra bocas, aunque estas no tuvieran sentido.
Así que no me vengan a hablar de las imposibilidades de sobrevivir a una caída de 365 metros, que yo les diría que llevo un par años cayendo hacia ti, y que lo mas peligroso no es que me estalle el corazón contra el suelo. Lo más peligroso es volver a dejarme caer por simple hecho de toparme contigo.
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