sábado, 4 de mayo de 2019

Feliz cumpleaños a mí.

"La vida sigue."

Me lo han dicho tantas veces en estos días, me dan ganas de reírme en su cara, ganas de vomitar, arañar, escupir... gritar... sobre todo de gritar, salir corriendo.

¿Es posible estar tan triste que te duela el cuerpo?
¿Olvidar el instinto de respirar,
no conseguir fuerza para mantenerte en pie,
vomitar hasta el temblor y la angustia?

Lo peor de cuando se muere alguien que amas no es la muerte... es la ausencia.

La necesidad egoísta de sentirles cerca
la incapacidad para dejar de hacerlo.

Dicen que la vida sigue, como si en algún momento se hubiese detenido... 
y si lo hubiese hecho me hubiese quedado a vivir contigo en ese instante 
en el que recordaste mi nombre, en el que me llamaste "hermana" 
y te reíste pidiéndome que te hiciera una foto 
(aún la conservo en el móvil, te veías hermosa con esa sonrisa, 
casi ni se notaba que estabas agonizando de dolor).

La vida nunca se detuvo 
y ese momento duró 117 segundos 
en los que yo dejé de respirar 
por miedo a perderme algún detalle.

Cada vez que quiero recordarlo dejo de respirar, 
hasta que me duele la cabeza, 
hasta el mareo y desesperación.

Cuando murió mi hermana sentí frío
canté una y otra vez
la canción que mi madre me cantaba para dormir.

Ya no me siento la princesa,
sino el rey que se queda atrás
abandonado entre riquezas 
pudriéndose en su abundancia.

Hay un final más feliz para esa historia,
pero mi mamá se detenía
cuando la princesa iba detrás de la estrella.

Yo le canté a mi hermana hasta que durmió
cerré sus ojos con la delicadeza de una madre
y el respeto y devoción de una hija
pero con el desgarro de saber que esa sería la última vez;
me grabé sus ojos a fuego en mi inconsciente.

Esa noche me sentí tan sola
hacía tanto frío
pero mi cuerpo estaba muy cansado para temblar,
la mañana siguiente sentí mi voz amputada
me desconocí frente al espejo
quise hacerme pequeñita en brazos de mi madre
me imagine ahorcándome con el cordón umbilical en su vientre.

Mi cuerpo aún no aceptaba lo sucedido
aunque mi mente no lo pudiera olvidar,
mi brazo instintivamente buscó su mano en la cama
encontrándose solamente una sábana fría.

Cuando digo que derramaron
una fábrica de deshechos tóxicos en mi estómago
no hago uso de ninguna metáfora.

Cuando decimos que se nos rompió el corazón
no pensamos en lo que significa realmente,
para mí fue una mezcla de cansancio y jugos gástricos
no podía parar de llorar y vomitar
y después nada.

Absolutamente nada.

Dormí por tres días
memoricé el techo de mi habitación
olvidé a qué sonaba mi voz
olvidé cómo deglutir
y por segundos preciosos
olvidé también que ella ya no estaba.

A veces podría jurar que escucho su voz
que la veo llegar con aquel uniforme
siento que se tira a un lado de mi en la cama,
pero una vez más mi cuerpo encuentra solo vacío.

Ojalá la vida siguiera...
como si nada, como si tú aún estuvieras,
pero de ti ya nada,
aunque todo.

Te recuerdo por las flores marchitas que aún no puedo desechar,
tengo el pasillo lleno de flores que aún no puedo tirar,
aunque estén pudriéndose.

Te veo en cada rincón de la casa donde alguna vez me jugaste alguna broma
y qué solas se sienten las habitaciones sin ti...
y cerrar los ojos solo hace que te vea con más frecuencia,
así que le cogí miedo a dormir,
solo por hacerlo y soñar que te pierdo
y despertar para descubrir que ya lo he hecho.

Ojalá dejara de verte...
ojalá que la próxima vez que te vea sea real,
pero tú ya no

Me han dicho que tú ya nunca.

Cuando mi abuela murió
todo el ruido a mi alrededor se mudo al interior de mi cabeza
taladraba mis tímpanos desde dentro
quería gritar pero no recordé cómo hacerlo.

Abuela, siempre fuiste de ir un paso adelante,
de correr cuando no podías caminar,
más literal que metafórico,
y mira...
nos has dejado atrás.

La peor parte del duelo
es darte cuenta de lo que implica la ausencia
es reconocer tu cuerpo amputado
verte rodeada de recuerdos
que se parecen mas a fantasmas
y el frío,
sobre todo el frío.

Una mano vacía,
el dolor en las extremidades
de no abrazar lo que amas,
el silencio
y las inmensas preguntas
sin respuestas.

¿Cómo curar esa herida
que te dejan al arrancarte una parte de ti
que le pertenecía a otra persona?

¿Con qué tratas esa clase de pérdida?

Mi abuela tenía una manera especial de sonreír...
sonreía con esa complicidad que te hace pensar
que te esta compartiendo el secreto más grande del mundo.

En palabras de Elvira:
"La sonrisa que no cambia este mundo de mierda,
pero hace que me dé igual vivir en él".



Hoy me tiemblan las manos
de no sentir las manos de mi abuela
sosteniendo las mías y sonriendo.

Hoy quiero ser egoísta y decir que las necesito
que necesito un abrazo de ellas
que de qué sirve cumplir años
si el tiempo se detuvo cuando ellas se fueron.

No tengo más deseos que pedir,
para pedir deseos hay que tener esperanza,
y a ella la perdí.



Hoy me siento el rey abandonado de aquella canción
hoy simpatizo más con Wendy que con Alicia.



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