miércoles, 8 de mayo de 2019

Siberia

Si alguna vez llegas a escuchar la canción 
acuérdate de mí, 
cuando todavía no me perdía entre la radiación.

Y perdóname,
sobretodo,
perdóname.


Mi niño de cristal,
por ti haría un jardín
con la tierra que nos arrojaron a puños
para enterrarnos
y crearía una torre descomunal
con las piedras que nos han lanzado a matar.

Tú más que nadie conoces mi guerra,
has sido testigo del conflicto interno,
de cómo me levanto en armas 
y cómo después las mismas me derrumban,
me has curado las heridas
y con el tiempo me has hecho nuevas.

Te viví como a un torbellino,
viniste haciendo huracán en mi vida;
desordenando principios,
llevándote finales
y prometiendo infinitos.

No comprendías que los desastres naturales
no tenemos gran garantía de pertenencia,
llegamos y nos vamos
casi con el mismo sigilo
de un elefante en una cacharrería.

Te alojaste tan dentro
que a veces confundo 
mi sonrisa con la tuya,
está de más decir 
que la mía la provocas.

Fuimos tan ingenuos de pensar
que podíamos jugar con fuego
sin quemarnos los dedos,
sin embargo,
después de la primera fogata
se nos antojó quemar el bosque entero.

Entonces las alarmas se encendieron
y quisimos ignorar las señales
y las advertencias en el camino,
aceleramos…
más rápido…
más rápido…
jugamos a ser indestructibles.

(Y qué mal terminó esa canción,
fue el soundtrack de noches enteras
con el rostro mojado 
en agua salada y los ojos ardiendo.)

Parecía eterno,
dolía como si lo fuese.

Una luz partió el cielo
y nuestro campo gravitacional 
se desintegró como arena.

A la segunda explosión
todo el aire quedo contaminado.

(Y aunque dejé de confiar
jamás dejé de quererte,
perdón por no cubrirme los oídos)

Te perdí entre la multitud,
entre señales de humo
y gritos de auxilio,
entre salidas de emergencias
y nubes de plutonio.

Yo también te lo digo:
“Fuiste lo mejor
de todo lo malo que nos sucedió.”

Pero éramos demasiado humanos,
demasiado frágiles,
demasiada carne,
confundimos lo nuestro con el amor
y pretendimos seguir estando bien.

No, amigo mío,
nada está bien.

(Por lo menos,
yo no)

Ya nadie confía en la energía nuclear
y yo estoy hecha de átomos inestables.

Todavía tengo secuelas de ti en la piel
te padezco como una enfermedad
regenerativa.

Al final,
la condición humana
es más fuerte
que el deseo de divinidad.

Guardo nuestros recuerdos cristalizados
donde el mundo no los alcance,
donde la radiación no pueda intoxicarlos,
pero a ti ya no sé dónde encontrarte.

(Te echo mucho de menos)

No hay comentarios:

Publicar un comentario