martes, 30 de abril de 2019

Radioactividad


Hemos vivido durante años
bebiendo de lagos infectados,
llenos de basura tóxica
y petróleo robado;
comiendo carne radiactiva
de venados con dos cabezas 
y peces sin ojos
con la boca eternamente abierta.

No creo que pueda vivir más
con los pulmones hinchados,
quiero respirar aire limpio
y sentir de nuevo mis entrañas
como simples órganos
y no como brasas vivas.

Sé que te da miedo 
salir de nuestro pequeño refugio,
pero he sospechado
que vivimos en el punto exacto
de la explosión nuclear.

La radioactividad ha conquistado
toda la superficie de nuestra piel,
tus manos dejan llagas lacerantes en mis piernas
y mis labios dejan horribles úlceras en tu cuello.

Necesitamos litros de antiséptico
para curar las quemaduras
si volvemos a abrazarnos.

Queremos llamar amor a esto
de rompernos la nariz
y sonreír de dolor,
pero no podemos decir
“Te quiero” 
sin escupir sangre.

No llores,
que ya no te queda piel en las mejillas
y la sal solo escuece.

Me tengo que ir
quiero salvarte de nosotros,
necesitamos respirar 
algo más que nuestro aliento.

Ya te encontraré en otra vida
me presentaré como un mar ante ti
y me sentiré orgullosa 
de preservar lo más bonito que construimos
antes de enfermarlo con nuestras plagas.

Te quiero,
yo también
te quiero.

Pero nadie debería
tenerle miedo
a las manos 
de quien acaricia.



lunes, 29 de abril de 2019

¿Y mis laureles?



Ya todo ha acabado.
He regresado a casa después de la guerra,
después de pasar hambre y frío,
de morir de sed y empacho.

Soy yo la ganadora,
la sobreviviente,
la Boudica rebelde,
la Astarté sanguinaria.

Me regocijo en mi victoria,
me proclamo diosa,
me rezo virgen,
me corono salvadora
de mi misma.

Regreso a casa,
a mi ciudad bombardeada,
a mis ruinas.

¿Quién va a vitorear mi ascenso?

Habito un cuerpo tan lleno de luchas
que mi espalda campo minado
exilia cualquier caricia 
por muy dócil que sea el tacto.

Voy a intentar que no sea triste
aunque lo sea.

Voy a pasearme por la calle abandonada
en la que antes corrían niños extasiados de libertad…
que alguien venga a hablarme de libertad
y que me explique
qué hago yo con tanta soledad en las manos.

A veces el silencio 
me hace fantasear con explosiones
y mis venas se exaltan,
mis músculos responden como despertando,
la sangre bombeando en mis oídos,
el deseo de salir corriendo…
y otra vez el silencio.

Mucho silencio.

No sé cómo vivir esta paz,
me da miedo.

Tengo la certeza 
de que obtengo todo lo que quiero
justo cuando ya no me importa.

domingo, 28 de abril de 2019

La gran broma

"Es la semana grande de la crueldad
y en nuestro honor celebran una fiesta."
-Nacho Vegas



Quiero que vean a lo que me han reducido.
Una broma enferma.

Si llamas a esto vida  
no sé qué entiendes  
por incendio forestal 

Mi corazón empatiza más 
con un escupitajo
que con la palabra amor.

Irónico  
que los golpes que me han tirado  
hayan sido de quienes querían  
que ninguno me dañara. 

Solo lo que está dentro 
puede resultar letal.
Y yo te introduje 
en cada milímetro 
de mi anatomía.

Me dueles 
como me duelen las lágrimas 
justo antes de que aparezcan.

Mi pequeña está tan acostumbrada al abandono  
que no se permite construir un hogar.  

La única vez que sintió amor  
fue cuando estaba tan ebria  
que los cortes en sus brazos no dolían.  

El único tipo de amor que ha conocido 
son sus padres pelando y gritando 
en la madrugada. 

Las únicas mariposas que ha sentido 
son esas que tratan de comerle desde dentro 
porque se mueren de hambre.

Aceptarse frágil y saberse de piedra. 
La gran paradoja de su vida. 

Yo… que derramé 
el vaso medio vacío 
para evitar ahogarme,
nunca me preocupé  
porque pudiera cortar. 

"Puede que el tiempo me dé la razón 
pero no queda tiempo,
hoy es el día
en que dos planetas se estrellaran
mientras tú concedes entrevistas
Y ahora ya me empiezo a preguntar 
cual de estos chistes es el mejor..."

Ahora entiendo que todas esas veces
que me pedí perdón en sus nombres
fueron una declaración de amor
hacia a mí.

Nunca planee agradecer eso.




sábado, 27 de abril de 2019

Retirada




¿Me puedes seguir queriendo
incluso cuando nos están mirando?

¿Puedes seguir sosteniendo mi mano
después de besarme?

¿Te puedo seguir dos minutos más?

Le he puesto precio a mi cabeza
antes de que alguien pretenda que la pierda.

Soy todo lo que siempre 
he querido desconocer 
y no puedo huir de mí. 

Estoy atravesando la tristeza
que nunca te llevaste,
me dejas las ganas de correr
a través del miedo
solo para sentir el pinchazo 
de un millón de hormigas en mi vientre.

¿Me seguirás queriendo 
con la carne hinchada
con las manos infectadas
con las entrañas putrefactas
y los ojos marchitos?

¿Me seguirás queriendo 
fuera de nuestra trinchera?

¿O me pondrás 
una gran letra escarlata
colgada del cuello?







Me quedo con mi tristeza.



Me voy,

de que ya,

me pierdes.





viernes, 26 de abril de 2019

Zona de exclusión



Mi pequeñita,
decirte pequeña siempre me supo a mentira,
quise domesticarte para llevarte dentro
y eres tú la que me contiene.

No tengas miedo.
Te lo digo con la incredulidad
de quien consuela el llanto de Dios

No es tu culpa.
No es tu culpa el daño que te causaron 
los imbéciles mortales con sus torpezas.
No es tu culpa que nadie sepa llorarte,
ni cuidarte,
ni abrazarte por las noches
y mecerte hasta que el sueño te regale la muerte
y el susto te devuelva la vida.

No es culpa de ellos
que no sepan quererte bien,
que te quieran flojo;
que te quieran sin ganas y te quiten las tuyas,
que te quieran santa y no pretendan rezarte,
que te quieran domesticada,
versión facilitada, 
que te quieran toda sonrisas,
que te quieran para ellos,
que te quieran mal
y te dejan hambrienta.

No es culpa de ellos.
Y no es tu culpa
no querer quererlos.

No planeo curarte,
ni pretenderé hacerlo.

Aprendí a punta de desastre
y desgarro
que respiras por la herida
y que cerrártelas sería asfixiarme.

Eres la mujer que me gustaría haber parido.

Pero has nacido muerta. 

Muerta de frío.
Muerta de miedo.
Muerta de hambre y sed.
Muerta de amor.

Yo misma escribiré tu obituario.

No tengas miedo,
pequeñita,
no es diluvio,
es que aquí dentro
sigue lloviendo.


jueves, 25 de abril de 2019

Desde la cama de un hospital



No quiero hacer uso de recursos poéticos estúpidos para describir el desastre que dejó al irse, pero es lo único que aún es completamente mío.

Si digo que me tiré a llorar en cama todas las tardes por un mes entero no hace justicia al desgarro que sentía en el alma al saberme lejos de él, estar consciente de que alguien más gozaba del sonido de su risa y que yo jamás la volvería a provocar. Por eso hablar del dolor de garganta y los ojos hinchados es decir muy poco.

Mi voz sonaba completamente ajena a mí, desconocía la persona detrás de mis cuerdas vocales, papel de lija en mi tráquea cada vez que intentaba pedir auxilio y aquel grito de terror que emanaba desde mis entrañas chocaba endeble contra mis dientes.

Me hubiera sacado los ojos con una cuchara para no llorarle más, pero entonces lo único que vería en la oscuridad de mis cuencas sería su maldita sonrisa retorcida, esos ojos que taladraban mis huesos y sus manos... sus asquerosas manos que eran jaula a mi fragilidad de pájaro que murió sin saber volar.

Y después están las sesiones de llantos en viejas catedrales y plazas repletas de personas sin rostros. No estaba en mis planes interpretar el papel de la imbécil que se enamora de un cabrón que le rompe todo, menos los complejos. Lloré como una niña a la que se le había caído el caramelo, pero juro que me lo hubiera metido a la boca de nuevo aunque estuviese lleno de mierda... ¿por qué no lo hice? Me alegro de no hacerlo. Mentira. Pero me alegraré cuando logre desintoxicarme de su saliva.

Me obligué a odiarle en todos los rincones de la ciudad en los que me enamoré de él. La peor inversión de mi vida. Me odié en todos los rincones que más me gustaban, me hice daño de 184 formas diferentes; una por cada centímetro de mi vértigo. 

Rechacé las miradas de compasión a mi carne mutilada. No quiero explicar, ni pretendo que alguien lo entienda, que me tuve que extirpar las venas para no sentir su pulso bajo mi piel. Usé mis muñecas como cenicero para no romantizar jamás el tabaco en mis pulmones, ya no recuerdo cómo era respirar aire limpio.

Me corté el pelo por no cortarme la cabeza y seguía pesando. Lo odié. Lo vi crecer con impaciencia y repulsión… y cuando me empezó a morder los hombros lo volví a cortar. ¿Qué tengo que amputarme para no sentirle dentro? Quise cambiar todo de mí, empezando por mi aspecto, no ver en el espejo a su idiota perfecta, su víctima por voluntad propia. Entonces un monstruo creció en mis entrañas y yo quise pretender esconderlo debajo de la cama, pero ya ni esa me pertenecía.

Sufrí una enfermedad sin riesgo de contagio con las ganas de convertirme en plaga para no sentir la frialdad del suelo en mi espalda, para por una vez tirar la cabeza de lado y descubrir que no estaba sola, que alguien más había sobrevivido su guerra. Pero cuando volví a abrir los ojos seguía sola en una sala de espera abandonada.

Por fin un día, me levante del suelo donde me dejó. 

Descubrí mis músculos atrofiados, el más dañado quizás, una válvula en el pecho con ritmo casi nulo que se hacía llamar mi corazón. Aprendí a caminar, volví a aprender a caminar, arrastrándome con la cabeza en el barro, levantándola solo para coger aire y seguir. 
Recordé cómo usar mis manos para otra cosa que no fuese dañarme, me obligué a soltarme el cuello, a acariciarme la piel, a abrazarme las costillas.

Me envuelve una sensación de soldado, no sé en qué frente peleé, ni por qué… pero sobreviví, le sobreviví. Miro cómo me crece el cabello, me reconozco frente al espejo, redescubro mis pulmones. 

No vale morir en su mierda de lucha.
 

miércoles, 24 de abril de 2019

Los miserables hijos de Chernobyl



Hay quienes siguen bailando
aunque hayan perdido las piernas 
por culpa de las trampas de osos.
Y no dejan de hacer caminos,
marcan siempre el compás del vals 
y corren hacia el fuego 
para salvar a otros.

Hay quienes no dejan de ansiar el abrazo
aunque una granada les haya volado ambas extremidades.
Sueñan con sostener el mundo contra su pecho,
consolar el llanto de un niño,
besar con las manos en las mejillas
y sostener la mano de su madre antes de morir.

Hay quienes se imaginan gritando,
pero han nacido con la voz amputada.
Anhelan contar historias interminables, 
desgarrarse las cuerdas vocales chillando injusticias,
rabiar con todas sus fuerzas un “Te quiero”.

Hay quienes no dejan de desear escuchar
por primera vez su propio nombre,
pero la música les ha sido exiliada de los oídos,
imaginan el trino de los pájaros por la mañana,
fantasean con la carcajada de un niño
y el susurro de su amante contra sus tímpanos.

Hay quienes crean colores en la oscuridad de sus cuencas
porque sus ojos se apagaron demasiado pronto,
crean mundos imposibles del absoluto vacío,
diseñan paisajes y galaxias de la nada,
recrean el Big Bang en sus sentidos,
encuentran la luz en esta inmensa oscuridad.

Hay quienes viven con la existencia mutilada
pero tú, cariño,
tú eres la anomalía más extraña
tú vives sin corazón.

martes, 23 de abril de 2019

Nubia



Podría contar todos mis órganos,
porque cuando me enamoro 
me duele el estómago,
y cuando me decepcionan 
el dolor se muda al pulmón izquierdo.

Puedo distinguir mis riñones de mi hígado,
porque los separa un yermo inmenso.
Me duelen todos mis órganos por separado
como si una mano con tacto de espinas
los estrujase uno a uno.

Tengo una sensación de muñeca vudú
si me abren las entrañas saldrá arena.
Ya me han clavado todos los alfileres,
no me queda nada que ofrecer,
se lo han llevado todo.

Estoy tan vacía, 
tan llena de nada.
Viuda de mí.
Estéril.
Seca.

Desbordaron todos mis fluidos,
no tengo lágrimas para escribirme una despedida
no tengo saliva para tragar tanto desprecio.

Siento mis entrañas como piezas de rompecabezas
y entre cada una de ellas hay 6 hectáreas de desierto.
Muero de hambre y de sed.
¿Y qué es eso
sino morir de amor?

lunes, 22 de abril de 2019

Noche ártica



¿Cuántas veces más
debo rogar el perdón 
que no se me otorgó?

Con la única con la que tengo que disculparme
es mi niña con ojos de papel
por tantas vidas de fiebre y náusea
absteniéndola de besos,
atrincherándola con barreras de seguridad
y océanos de salitre.

¿Con qué le secaré las lágrimas
cuando descubra que esa luz
no era una estrella
sino otra explosión?

El tiempo pasa, 
pero no cura
y el aire 
infecta la herida.

domingo, 21 de abril de 2019

Sobreviviente



Este silencio entre tú y yo 
es una extensión horrible 
de mi pesadilla. 

Quisiera ser 
un miembro eterno de tu cuerpo,
que mi tristeza sea 
el 70% de agua que cabe en tu complexión,
colarme dentro,
volverme río 
y desembocar en tu pecho,
reconstruirme en él
para que aciertes siempre conmigo.

Pero solo tengo este silencio,
este maldito silencio
que retumba en mis tímpanos.

Lo peor de cuando alguien se va 
es cuando no hace ruido 
al cerrar la puerta tras de sí. 

Conservo el triste anhelo 
de que tú también me estés extrañando 
y que al igual que yo 
no te atrevas a decirlo. 

Yo nunca te he dejado de querer, 
pero he aprendido a quererme. 

Tras la ventana 
se ven más ventanas.

Tengo la certeza, 
pero no lo que quiero. 

Le quiero a él
te amo a ti.

Quizás ya no me quiera nadie. 

Tengo que volver 
a aprender a estar conmigo
a descubrirme las cosquillas
a parar la hemorragia
sin meter el dedo en la herida.

Entre tanto silencio 
olvidé cómo se escucha mi voz,
me he llamado por mi nombre 10 veces,
no supe ir en mi auxilio 
solo me observe desde lejos. 

Despierto con un torbellino en la cabeza,
lloro despacito por la mañana, 
me ahogo en el café por tradición,
pero jamás me atrevo a leer el diario
por miedo a encontrar nombres familiares,
cambiaría el mío por el de ellos.


Estoy viva,
pero no sé cómo estarlo.


Estoy viva, 
pero ojalá estuviera contigo. 




sábado, 20 de abril de 2019

Prypiat




Yo ya lo sabía. 

Sabía que sus manos
encajaban de muerte en mi cuello,
y cuando digo de muerte 
digo que podría matarme. 

Podría matarme
y yo,
          estúpida,
          ingenua,
          enamorada…
habría muerto feliz.
Muerta de amor. 

Sabía que tenía una lengua afilada
y sin pensarlo dos veces
lo besé, 
cada vez que sonrío escupo sangre. 

Pero es que cuando él me besaba…
una colonia de hormigas
trepaba por mis piernas
y yo superé la fobia a los insectos.

Hice caso omiso
a las voces que gritaban en mis oídos
a los amigos que señalaban la caída
a mi madre prediciendo llantos interminables;
y a los fantasmas de las chicas
que alguna vez se atrevieron
a rozarle la piel con el corazón...

Me vi a mi misma diciendo
"yo soy especial, soy su musa", 
maldita dislexia,
era su puta y sin enterarme. 

Pero es que quizás yo ya lo sabía...

Lo sabía desde nuestro primer beso 
a escondidas, 
a traición... 

Porque sus "Te quiero" 
me sonaban a alarmas de incendio
pero su boca se disfrazaba
de salida de emergencias

Porque solo nos podíamos querer 
en secreto a gritos mudos
en resaca de culpabilidad
en canciones tristes de domingo.

Yo ya lo sabía.

Me dijo:
“Estás preciosa hasta llorando”.
Y hacerme llorar se convirtió
en su pasatiempo favorito.

Preciosas lágrimas de cristal
cortándome las mejillas,
mi río inmenso desembocando en Aqueronte
alimentando el desosiego y la congoja,
la sonrisa de una histérica en los labios
.
Respiré el dióxido de carbono que él soltó
hasta envenenarme,
hasta llenar mis pulmones de humo
y observé como hacía lo mismo en mis ojos.

Todo es neblina
y sus pupilas eran faro 
para mi corazón de mosquito.

Me iba a quemar la lengua en ácido
tratando de gritar que le amaba.

Pero le amo
y preferí el escozor en la garganta.

Tiene la sangre radiactiva 
y cada vez que me toca 
araña.

Su sonrisa de 400 roentgens 
me iba a aniquilar. 

Yo ya lo sabía.

Pero le quería. 

Le quería

viernes, 19 de abril de 2019

Imcertidumbre



Era quien me hacía llorar
y al mismo tiempo
el único que podía hacer
que dejara de hacerlo

Abre la herida
y solo él
sabe cómo cerrarla.

Y ese es el problema

Me siento como una bola de boliche 
que se rompe frente a los pinos
incapaz de derribarlos.

La peor parte de todo este desastre
es que es de esa clase de personas
que cuando se van
se llevan una parte de ti.
Y al final,
no sabes que extrañas más.

Ni se queda
ni se va del todo
y yo soy incapaz de irme.

Ni está, 
ni es,
ni somos.

martes, 16 de abril de 2019

Opia



Ahora ya me empiezo a preguntar
si esta tristeza es mía
o es algo que me dejaste
porque en el lugar a donde ibas
no tenías espacio para extrañar.

La gente aquí me ve con asco
nunca he entendido a estas personas,
se ganan la vida de acabar con otras
y regresan a sus casas impregnados
del putrefacto olor de la miseria.

Quiero prenderle fuego a esta ciudad
y observarla arder desde tu ventana
porque ahí siempre el mundo me parecía más bonito,
desde ahí las bombas no se lamentaban en mis oídos
y los grillos no eran perseguidos por escorpiones.

Quizás esta tristeza
solo es el eco de tu risa,
algo así como la culpa del sobreviviente
que hubiese preferido morir con los suyos,
la resignación de quedarse atrás
y la rebelión de no querer hacerlo.

Esta tristeza,
es la amarga certeza
de que jamás
volveré a apostar
mis siete vidas
a tus pupilas.


lunes, 15 de abril de 2019

Mía



En esta horrible purga psicótica
encuentro mi cuerpo obstáculo,
nunca podré pedirme perdón por todo el daño, 
no me alcanzará la vida para perdonarme
no importa el número de veces que me arrodille
o cuanto ácido expulse de mi estómago.

Cuando vives con una voz ajena a ti en la cabeza, lo único que te queda es gritar más alto y esperar que la voz enmudezca. Es como estar poseída por un ser hambriento, que viene a pedirte carne, viva o muerta... 

Nunca planee convertir mi piel en un campo de batalla, pero ahora lo único que encuentro son líneas de ataque, no puedo defenderme de un enemigo interno, estamos en medio de un fratricidio y mi centinela me ha abandonado.

Me cubro la espalda y me agreden de frente, logro poner pie en tierra y me lanzan un ataque aéreo.

El tiempo no da tregua, ni cura heridas que se convirtieron en monstruos. 

Todo dentro de mí tiembla, soy mi peor pesadilla. 

Gran tirana de mi misma, me arrodillo una vez más pidiendo clemencia y recibo un escupitajo. Los ojos me escuecen en sangre y se me hincha el cerebro de tanto pensar en mi próxima táctica de asalto. 

No puedo dormir porque las tripas me revientan, estoy alojando un pérfido parásito, le alimento de los años que me quedan de vida, se los ofrezco con recelo y obediencia y él me muerde los dedos, cuando termina de vaciarme me devuelve los nudillos morados y mórbidos… después yo lloro horrorizada y me convence de que le quiero. 

Siento la garganta calcinada, mi voz ya no es mía, sabe a sangre y ácido. Mi voz es la de un dragón perverso que suelta columnas de fuego por mi tráquea. ¿Cómo seguir tragando tanta realidad purulenta si ya el mismo aire lacera mis entrañas?

Y entonces yo sonrío… y mis labios se agrietan como papel revelando mis encías ensangrentadas y mutiladas, mis dientes pútridos e infectados se caen a pedazos hasta pulverizarse entre mis manos. 

Ya no puedo más.
Ya no puedo seguir rogando perdón, 
porque no he hecho nada malo,
yo solo quería vivir,
saciar mi hambre y mi sed,
sentirme humana
y satisfecha.

Quiero no volver a sentir miedo, de mí.
Quiero verme en el espejo y no fantasear con romperlo.
Quiero no volver a ser culpable y ser perfecta. 
Quiero ser perfecta. 

Quiero ser perfecta  
para mí. 
 

domingo, 14 de abril de 2019

Tirana



Hazme sumisa


oblígame a masticar
todas las gomas
de los lápices
con los que nunca te escribí.




Hazme sentir

                                   culpable

por darle la espalda
a todos los besos
que te debo.



A veces me siento tan fría
que puedo hacer que Groenlandia
quepa en mi habitación
y con la misma facilidad 
el infierno en tu cama. 

Pero no me pidas
que te diga que te quiero
porque me nacen escorpiones
desde lo profundo de mi garganta
y te puedo convencer de tragarlos
con un beso que te sepa a ternura.

Rómpeme ambos brazos
para jamás volverlos a usar
con intención de alejarte de mí
adáptalos a tu anatomía,
que mis huesos se amolden
en la posición exacta
para que puedas colarte dentro.

Fractúrame las piernas
porque aún fantaseo con salir corriendo,
con verte correr tras de mí
como un perro detrás de un camión
con esa mirada entre ingenua y desolada
de no querer aceptar
la derrota sobre el pavimento.


He sido soldado y sobreviviente, 
nadie lo imaginaría 
observándome dictadora. 


Disfruto de verte llorar
                                      y pensar que es por mí,
idealizo la escena de tu muerte
me contrato directora de tu extinción
pero no me atrevo a ir al estreno
por miedo a provocarte miedo
y que ya no quieras verme más.

Déjame que te cuente mi vida
y después elige en qué capítulo meterte,
pero no te atrevas a escribir mi obituario
porque aún no me ha matado la plaga
y la fiebre solo ha conseguido
avivar el ascua de mi torrente sanguíneo.

El arte de la guerra debería hablar de mí
porque mi amor es un maldito caballo de Troya,
ya te lo decía yo, 
mi amor, 
yo nunca he sido Helena. 

Mi tacto de hidra fue mi perdición
por cada herida que recibía
yo asestaba dos golpes más,

el problema fue
que te pusiste delante
cuando ya me habían destrozado.


No espero que lo entiendas, 
pero igual y Dalila 
también tenía mucho miedo 
y nunca nadie se lo preguntó. 

No me pidas
que te diga
que te quiero.


Me da miedo querer 
porque he querido a muchos 
y a todos los perdí. 


sábado, 13 de abril de 2019

Kamikaze



Te quise,
con todo en contra
a costa de mi seguridad
contrariando mis principios
dando la espalda a mis hermanas.

Te quise
a pesar de saber
que habías hecho un mar
con las lágrimas de las chicas
que se arriesgaron a quererte.

Te conté la verdad
sobre mis cicatrices,
incluso después
de contar cinco mentiras
en tan solo nueve frases.

Te defendí
sabiendo que al hacerlo
me ataba una soga al cuello
mientras me paseaba
por el borde
de un banco inestable
jugando a ser bailarina.

Justifiqué con fe ciega
todos tus actos
por muy ruines que fueran,
porque yo creía en ti,
porque te amaba,
y tanto que te amaba
que hubiese pasado por alto
todas las señales de emergencias,
me hubiese enzarzado con cualquiera
que se atreviese a injuriar tu nombre.

Te protegí y te mimé durante todo el invierno
aunque cada vez que tocara tu piel
me provocara salpullido
y me congelaras los dedos;
abrí mi propio vientre con mis uñas rotas
para alojarte dentro,
para darte la calidez de mi sangre
y que no te mancharas la conciencia con mi muerte.

Te apoyé
sabiendo que eras una cuerda floja
y que preferías quemar puentes a construirlos;
conociéndote sádico dictador,
pero amándote niño herido.

Reafirmé frente a todo el mundo mi lealtad
pronuncié tu nombre como credo.
Me tenías a tus pies
y no quise darme cuenta
que es lo más lejos que se puede tener a alguien.

Y cuando me juzgaron traidora,
cuando todos escupieron en mi rostro,
cuando sus piedras me apuntaron a lapidar…
mis manos te rezaban
como si te supiesen de memoria.

¿Qué sabrán ellos?

Me enamoré de ti
porque me tomaste de la mano
sabiendo que me había desenterrado
de mi propia tumba
solo para volver cada noche
a dormir ahí;
porque fuiste a por mí
la primera vez que salí corriendo aterrada
aún después de decirte
que me asqueaban las promesas;
porque sabiendo que guardo un huracán en el pecho
te acercaste sin titubear;
porque conociendo mi pasado en todos sus formatos
me dijiste que preferías mi presente
y que el futuro se jodiera
porque diario nos morimos mañana.

Y… ¿qué sabrán ellos de nosotros?
¿Qué sabrán ellos de ti?

Yo me enamoré de ti,
pero yo no me enamoro
yo me inmolo.

Zona de guerra



Mi inocencia acribillada
yace inerte debajo de mi cama
el fétido olor me enferma,
me llena de desesperanza
y confusión.

Yo no soy Virginia,
no puedo llenar mis bolsillos
y callar las voces,
las mías ladran,
rugen en mi cerebro,
pequeñas bastardas rumiantes,
que se clavan dentro de mi psique
como parásitos hambrientos
que intoxican mis pensamientos
y mimetizan mi voz
persuadiéndome de horrores.

Aquí dentro todo es incongruencia,
entre hechos y palabras
hay una brecha tan enorme
que puedo sepultar todo un pueblo dentro.

Llevo el nombre 
de un territorio en conflicto,
le hago tal honor
que ya no me queda claro
si ha sido primero el suelo
y luego la chica,
o al revés.

Tengo misiles en la lengua,
no puedo hablar sin bombardear
y derribo pilares de recuerdos,
solo me queda la eterna tortura
de caminar entre amores desmembrados
soportando las miradas desorbitadas
recriminándome una y otra vez
por los escombros.

Necesito descansar,
pero no estoy cansada de nada.
Vivo al borde del abandono
pero aún no me he ido lejos.

Mis ojos anuncian advertencia,
no te acerques que muero
y mato por precaución,
no me reproches la masacre
si mucho antes de que invadieras
amenacé con el derrumbe.

He sido tan obstinada,
tan tonta,
que me convencí de que esta guerra
era simple defensa propia.

jueves, 11 de abril de 2019

Ana



Claro que tengo frío, 
tú también lo tendrías
si tuvieses que caminar sobre hielo todas las noches,
pero has preferido no mirarme
y me condenaste a mí a hacerlo por el resto de mi vida.

No me reconozco desde tu tacto
me sigo autolesionando en mis caderas
cada borde más filoso que el anterior…
pero ya has decidido que aún no soy suficiente.

Estoy  tan vacía 
que casi podría jurar que me desbordo.
Me encuentro tan llena de tu mierda 
que he perdido el sentido del olfato
y solo siento frío.


Y hambre.


Si tan solo pudieran verte…
maldita hija de puta,
vas de hada del bosque
y resultaste lobo feroz.

lunes, 8 de abril de 2019

Campo minado



En mayo también hace frío,
en la primavera también se secan las flores,
en el polo norte también hay incendios,
una mariposa también puede detonar una granada
y la víctima también empatiza con el asesino.

No es nada nuevo,
yo me enamoré de ti.

A veces nos portamos peor en la paz que en la guerra,
en la guerra damos lo mejor de nosotros
y en la paz…
nos convertimos en animales heridos.

Mi monstruo del armario era mentira
yo lo llevo encima como una segunda piel,
quizás por eso nunca fui capaz 
de desnudarme por completo.

El miedo ha sido mi única compañía,
han pasado tantos años
que ya me siento segura
en medio de toda esta oscuridad.

Te enamoraste de una niña 
con seguridad de muñeca rusa,
ni ella misma sabe
si el monstruo la contiene a ella
o ella le dio asilo en sus entrañas,
como una madre 
a la que le han arrancado todo
y no tiene un cadáver que enterrar.

Todo fue divertido 
hasta que viste 
que mi guerra jamas acabaría 
porque yo era la guerra 
y la guerra era yo.
-Gata Cattana

Dolerá,
toques donde toques,
es lo único que te puedo asegurar.

Lo único seguro es el dolor
de saberme zona de guerra,
de no poder ofrecerte un recorrido
porque soy terreno inestable,
eterno territorio en conflicto.

Ten cuidado 
si caminas de puntillas
sobre mis trincheras,
porque no sé concederme tregua
y para este ejercito suicida 
no existe la retirada.

No me conviertas en Ariadna
para salir del laberinto 
y después olvidarte de mí
convirtiéndome en isla,
en naufragio.

No quieras ser francotirador, 
no hagas de mi tristeza tu blanco
si al tercer día la pierdes de vista
y te aburres de la práctica de tiro.

Olvídate de mí 
si vienes con ganas de hacerme la guerra
porque me viene muy mal 
la Tercer Mundial ahora.

Olvídate de mí
si pretendes expropiar oro,
aquí las únicas minas que existen
pueden acribillarte el corazón.

domingo, 7 de abril de 2019

Prozac



Estoy triste y no he llorado
porque llorar es para los vivos
y mi tristeza me tiene muerta,
así que mi tristeza es lo que alguien más 
debe llorar por mí. 

Mi tristeza es un cascabel en la madrugada,
esa sensación pegajosa que se queda entre los dedos
después de ponerle dos cucharadas de miel al desayuno.

Mi tristeza es una niña con tuberculosis 
asistida por respiración artificial,
esa niña que conserva todos sus juguetes
aunque existan infectados de moho.

Podría señalar donde se aloja mi tristeza
pero es imposible extirparla,
porque penetra mis bronquios,
se extiende por mi pecho hasta mi cuello,
se escurre por mi estómago hasta mi vientre,
es una infección que me pudre las entrañas.

Mi tristeza tiene nombre 
propio,
y cambia de forma en el invierno,
le gusta abrazarme hasta la asfixia,
disfruta de hacerme vomitar 
y de susurrar historias de terror 
que me quiten el sueño.

Mi tristeza es dictadora cruel, 
amiga incondicional, 
madre protectora 
e hija desahuciada. 

Mi tristeza trepa los muros de la cordura,
se enreda entre mis mechones
y tira de ellos hasta la inconsciencia,
hasta hacerme más y más pequeña.

Mi tristeza es lo que no puedes tragar
cada vez que intentas besarme,
es esos 5 minutos de silencio
después de revolverme la ropa.

Eso que pesa en la palma de mi mano,
esa capa extra de maquillaje,
el olor a azares en el jardín,
los surcos en las mejillas de mi madre... 
eso es mi tristeza.

Pero también mi tristeza es un grano de arena
que a veces pesa tanto en el reloj
que se convierte en desierto.
Un ejército de leucocitos  
que al final resultaron parásitos. 


Mi tristeza es lo que tú pretendes saber de mí, 
pero no tienes ni idea… 
no la tienes,
porque hoy estoy triste
y no he llorado.




viernes, 5 de abril de 2019

Uranio



No soy invencible. 
En realidad, soy muy frágil, 
te digo. 

Mi caja torácica 
es una caja musical descompuesta. 

En mi cuerpo
habitan fantasmas de hace 5 años.

Toques donde toques
hay cristales sin pulir,
cada vez que me abrazas
retumban en mi piel los huesos rotos
que no han sanado desde la primavera.

No soy invencible. 

Tengo un par de piernas torpes
que me hacen tropezar cada 23 pasos.
Un par de manos temblorosas e imprecisas
que rompen todo lo que sostienen.

No sé aferrar mi vida a algo en movimiento
no puedo perseguir sobre las vías
a un tren que nunca llegó.

No soy invencible, 
ni tampoco mujer de piedra,
ni reina congelada,
ni dragón.

Soy carne,
sangre,
y un corazón con arritmia.

No soy invencible,
te digo.

Soy humana, 
te digo.

jueves, 4 de abril de 2019

Guerra Fría



Su amor 
siempre fue el tierno amor, 
amor salvavidas canción de cuna
a las dos de la mañana,
fuertes hechos de sábanas y linternas,
con los bronquios congestionados.

Todo fue dulce 
hasta que las caries invadieron mi dentadura,
hasta que el abrazo asfixió
y mi madre se hizo adicta a pintarse con acuarela morada.

Entonces el amor me miro a los ojos 
y como en una maldición de Ondina
los mantuvo abiertos todas las noches. 

Me gustan las canciones de amor,
los vestidos de novia,
los “cuanto te quiero…”,
los besos de amor,
las cartas de amor,
los celos de amor,
los “eres mi cielo y sin ti no hay más luna”.

Pero el amor llegaba tarde a casa. 
El amor apagó un cigarrillo en el brazo de mi madre.
El amor rompió la ventana del segundo piso 
e hizo sangrar los nudillos de mi padre.
El amor sonaba a gritos en medio de la madrugada.
El amor apestaba a alcohol y tabaco.
El amor eran las 5 llamadas perdidas en el teléfono.
El amor sabía a sal y me hacía arder los ojos.

El amor olía a moho,
restos putrefactos de una infancia arrebatada
no me apetecía jugar con mis muñecas 
así que les puse navajas preciosas. 


Tengo una sensación de fantasma. 


No sé en qué cuerpo habito
y mi piel se me antoja cementerio.
Cada cicatriz lleva un nombre.

Me late el corazón en la boca 
y me bombea ácido. 

Mamá, soy un pájaro  
con un corazón de jaula
a quien el mundo ha convencido
de que volar es una enfermedad
terminal.

Observo como explotan las bombas desde mi ventana
y, mamita mía, tengo miedo.
Pero sé que debo ser fuerte,
así que solo muerdo mi lengua hasta hacer sangre
y el tibio sabor a oxido me acoge.

Diez años después  
aún siento la sangre en mi garganta. 

Si cierro los ojos muy fuerte 
puedo escuchar los gritos,
mis 25 voces compitiendo
y los cristales estrellarse contra el suelo.

El amor me sigue viendo con ojos de buitre,
y yo, moribunda,
negando mi destino de carroña,
cerrando mis entrañas con dedos torpes.

Preferiría ser tragada por gusanos,
verlos retorcerse entre mis tendones,
sentir la letárgica agonía de una cena eterna…
que ser absorbida entera,
reducida a huesos rotos,
carne magullada y sal
entre las garras de un buitre con ojos de redentor.

Juro que a mí me gustaban las canciones de amor…
los besos de amor,
las cartas de amor…


Me gustaban. 


miércoles, 3 de abril de 2019

Beirut



He vivido 15 años en una guerra conmigo misma
a veces parecía que ganaba
a veces me perdía
y nunca tuve claro lo que implicaba ganar o perder.

Ganarme
o
perderme.

Me hice daño todas las noches del invierno 17
hice añicos mis huesos de niña de cristal
me apuñalé por la espalda cuando confiaban en mí
me engañé besando a personas que no sabían quererme
(yo tampoco me quise)
me reí en mi cara,
me rogué perdón,
jamás volví a mirarme a los ojos.

Gané.

Nadie me recibió en casa al terminar la guerra,
porque no tenía un hogar al cual volver
lo había volado todo por los aires
y me descubrí respirando escombros
haciendo equilibrio sobre edificaciones en colapso.
Pero celebré dejándome el estómago en el baño de un bar,
como quien quiere empezar de nuevo
pero no sabe desde dónde.

Gané...
justo cuando olvidé en qué ejercito combatía,
lloré la retirada del contrario
cargué en brazos a mi niña mutilada
¿cómo le iba a explicar su sacrificio?

Gané y me perdí
o perdí desde el principio,
desde que creí que podía lucharme
y salir sin un rasguño.

Se sentía como una victoria
hasta que contamos los cuerpos.

No gané nada.
Perdí.
Mamá, perdimos la guerra,
¿pero contra quién?
Si te lo cuento no me creerías.

Me busqué bajo los restos
y me reconocí campo minado,
se me llenan las manos de metralla
cada vez que intento acariciarme.

Guerra continua cabeza-corazón
no hay tregua para los insomnes.

Intento abrir bien la puerta
y resulta que ya salté por la ventana.