miércoles, 3 de abril de 2019

Beirut



He vivido 15 años en una guerra conmigo misma
a veces parecía que ganaba
a veces me perdía
y nunca tuve claro lo que implicaba ganar o perder.

Ganarme
o
perderme.

Me hice daño todas las noches del invierno 17
hice añicos mis huesos de niña de cristal
me apuñalé por la espalda cuando confiaban en mí
me engañé besando a personas que no sabían quererme
(yo tampoco me quise)
me reí en mi cara,
me rogué perdón,
jamás volví a mirarme a los ojos.

Gané.

Nadie me recibió en casa al terminar la guerra,
porque no tenía un hogar al cual volver
lo había volado todo por los aires
y me descubrí respirando escombros
haciendo equilibrio sobre edificaciones en colapso.
Pero celebré dejándome el estómago en el baño de un bar,
como quien quiere empezar de nuevo
pero no sabe desde dónde.

Gané...
justo cuando olvidé en qué ejercito combatía,
lloré la retirada del contrario
cargué en brazos a mi niña mutilada
¿cómo le iba a explicar su sacrificio?

Gané y me perdí
o perdí desde el principio,
desde que creí que podía lucharme
y salir sin un rasguño.

Se sentía como una victoria
hasta que contamos los cuerpos.

No gané nada.
Perdí.
Mamá, perdimos la guerra,
¿pero contra quién?
Si te lo cuento no me creerías.

Me busqué bajo los restos
y me reconocí campo minado,
se me llenan las manos de metralla
cada vez que intento acariciarme.

Guerra continua cabeza-corazón
no hay tregua para los insomnes.

Intento abrir bien la puerta
y resulta que ya salté por la ventana.


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