domingo, 21 de abril de 2019

Sobreviviente



Este silencio entre tú y yo 
es una extensión horrible 
de mi pesadilla. 

Quisiera ser 
un miembro eterno de tu cuerpo,
que mi tristeza sea 
el 70% de agua que cabe en tu complexión,
colarme dentro,
volverme río 
y desembocar en tu pecho,
reconstruirme en él
para que aciertes siempre conmigo.

Pero solo tengo este silencio,
este maldito silencio
que retumba en mis tímpanos.

Lo peor de cuando alguien se va 
es cuando no hace ruido 
al cerrar la puerta tras de sí. 

Conservo el triste anhelo 
de que tú también me estés extrañando 
y que al igual que yo 
no te atrevas a decirlo. 

Yo nunca te he dejado de querer, 
pero he aprendido a quererme. 

Tras la ventana 
se ven más ventanas.

Tengo la certeza, 
pero no lo que quiero. 

Le quiero a él
te amo a ti.

Quizás ya no me quiera nadie. 

Tengo que volver 
a aprender a estar conmigo
a descubrirme las cosquillas
a parar la hemorragia
sin meter el dedo en la herida.

Entre tanto silencio 
olvidé cómo se escucha mi voz,
me he llamado por mi nombre 10 veces,
no supe ir en mi auxilio 
solo me observe desde lejos. 

Despierto con un torbellino en la cabeza,
lloro despacito por la mañana, 
me ahogo en el café por tradición,
pero jamás me atrevo a leer el diario
por miedo a encontrar nombres familiares,
cambiaría el mío por el de ellos.


Estoy viva,
pero no sé cómo estarlo.


Estoy viva, 
pero ojalá estuviera contigo. 




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