¿Cuántas veces más
debo rogar el perdón
que no se me otorgó?
Con la única con la que tengo que disculparme
es mi niña con ojos de papel
por tantas vidas de fiebre y náusea
absteniéndola de besos,
atrincherándola con barreras de seguridad
y océanos de salitre.
¿Con qué le secaré las lágrimas
cuando descubra que esa luz
no era una estrella
sino otra explosión?
El tiempo pasa,
pero no cura
y el aire
infecta la herida.
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