Ahora ya me empiezo a preguntar
si esta tristeza es mía
o es algo que me dejaste
porque en el lugar a donde ibas
no tenías espacio para extrañar.
La gente aquí me ve con asco
nunca he entendido a estas personas,
se ganan la vida de acabar con otras
y regresan a sus casas impregnados
del putrefacto olor de la miseria.
Quiero prenderle fuego a esta ciudad
y observarla arder desde tu ventana
porque ahí siempre el mundo me parecía más bonito,
desde ahí las bombas no se lamentaban en mis oídos
y los grillos no eran perseguidos por escorpiones.
Quizás esta tristeza
solo es el eco de tu risa,
algo así como la culpa del sobreviviente
que hubiese preferido morir con los suyos,
la resignación de quedarse atrás
y la rebelión de no querer hacerlo.
Esta tristeza,
es la amarga certeza
de que jamás
volveré a apostar
mis siete vidas
a tus pupilas.
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